Las elecciones legislativas del 2010 y las presidenciales del 2012 permitirán calibrar si el sólido apoyo hispano que Barack Obama recibió el año pasado es duradero o efímero. La clave puede ser la movilización: la capacidad de los demócratas de Obama para atraer a las urnas a un sector que en pasadas convocatorias se abstenía. Los republicanos tienen un problema con los latinos. Aunque en gran parte comparten los valores religiosos y familiares de los ciudadanos de origen inmigrante, la retórica antiinmigración de los últimos años ha dañado gravemente su imagen. Para los legisladores demócratas, en el 2010 el dilema será si apoyar la nueva reforma de la inmigración y ganarse apoyos latinos o rechazarla y optar por seducir a votantes más hostiles a los inmigrantes, con el riesgo de perder a un electorado clave.