Tradiciones navideñas traspasan fronteras
Prensa Libre, 20-12-2009
En diciembre, millones de guatemaltecos que viven en EE. UU. encuentran un respiro a las jornadas cargadas de incertidumbre por la crisis financiera y el miedo a las deportaciones, en el dulce aroma de la manzanilla, el sonido de los chinchines y en el rostro suave del niño Jesús en el pesebre.
A principios de este mes, tiendas mexicanas y asiáticas de Oakland, San Francisco y Los Ángeles, California, así como la Tienda Guatemalteca El Quetzal —propiedad de Carlos Aquilar—, localizada en Hillside, Nueva York, comienzan a recibir pedidos de connacionales que intentan mantener vivos los olores, sabores y colores de los platillos de la cocina tradicional de este país.
Hojas de mashán y plátano para envolver tamales, especias como pepitoria y chiles guaques —indispensables en la sazón del recado de los tamales negros—; chocolate, manzanilla y los frutos secos que sazonan el ponche navideño son algunos de los productos de mayor demanda en esta época.
En El Quetzal Bakery, una panadería de Providence, Rhode Island, de dueños guatemaltecos, se preparan para hornear docenas de cientos de tortas, conchas, champurradas y los clásicos “pirujos” que acompañan los tamales en la cena de Nochebuena.
En esa comunidad, Juan García, del Comité de Inmigrantes en Acción y locutor del programa Camino a la Legalidad, contó que hay unas cinco guatemaltecas que venden tamales en diciembre. “Hacen rojos, negros y verdes; para todos los gustos”, resaltó.
Nora, esposa de Aguilar, comentó que desde hace tres años lograron surtir el pequeño comercio con la mayoría de productos de consumo diario de los connacionales. “Tenemos de todo, y en Navidad ofrecemos los ingredientes que se necesitan para cocinar los tamales”, refirió.
“Pasé 10 años sin poder regresar a Guatemala; una vez, días antes de la Navidad, pasé por una venta de mexicanos, y allí tenían manzanilla, no entrelazada como la nuestra, sino en fruta. Cuando las vi, la comencé a tocar y oler, por lo que no pude contener las lágrimas”, recordó Édgar Ayala, integrante del Movimiento de Inmigrantes Guatemaltecos en Estados Unidos (Migua), quien tiene 23 años de residir en ese país.
La hermana de Ayala, Lesly Roldán, que dejó Guatemala hace 30 años, se encarga de la cocina. “Ella hace los tamales, y les pone un cuadrito de hoja de plátano y los envuelve en papel parafinado cuando ya no encuentra las hojas de mashán en las tiendas”, afirmó el líder migrante.
Carlos Gómez, presidente de Migua, confesó que este año, tras concluir varias reuniones en Guatemala, no resistió la tentación de ir al mercado y comprar seis manojos de hojas para envolver tamales. “Este año el sabor será diferente. Mi esposa siempre los había cocinado en papel de aluminio”, señaló.
En Chicago, Illinois, donde vive Gómez, hay otros 80 mil guatemaltecos que intentan mantener vivas las tradiciones navideñas de este país.
“Este año, los grupos de migrantes no unimos y organizamos una posada. Hubo chuchitos y ponche; todo como si estuviéramos en el país que nos vio nacer”, dijo emocionado Gómez. La celebración se llevó a cabo el 15 de diciembre recién pasado, durante el Día Internacional del Migrante.
Los nacimientos no faltan en la casas de los connacionales. Pequeños y sencillos, la imagen de San José y la Virgen arrullando al niño Jesús ocupan un lugar importante. “Aquí no es igual, pero tratamos de mantener la alegría”, añadió García. “Extrañamos la cohetería, las ollas de tamales, pero mantenemos la unidad familiar y nos juntamos”, declaró.
Sin embargo, hay tradiciones que el líder de Rhode Island no está dispuesto a permitir que cambien, y por ello narra cada 31 de diciembre “El brindis del bohemio”, un poema clásico escrito para despedir el Año Viejo, tal y como lo hacía en Guatemala.
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