Migrantes se sienten olvidados 

Prensa Libre, 18-12-2009

El sueño americano se convirtió durante este año en una pesadilla para miles de guatemaltecos que, después de varios meses de haber sido deportados de EE. UU., no encuentran trabajo ni nadie que les tienda una mano para salir adelante.

La mayoría de ellos asegura que el Gobierno no los ha asistido y que la única salida que tienen para dar de comer a sus familias es robar o armarse de valor y emprender de nuevo el camino hacia ese país.

Estadísticas de la Dirección General de Migración revelan que 24 mil 296 guatemaltecos han sido deportados de EE. UU. en lo que va del 2009, que hoy, Día Internacional del Migrante, aseguran que no tienen nada que celebrar.

El sacerdote Francisco Pellizari, ex director del albergue de la red Casa del Migrante, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, México, refirió que hasta hace unos años la mayoría de migrantes centroamericanos huía de la miseria generada por el sistema socioeconómico de sus países.

“En la actualidad también escapan de la persecución que sufren por pandilleros, que en total impunidad los intimidan, extorsionan y matan, a ellos y a sus familias”, aseguró.

A la Casa del Migrante de Tecún Umán, San Marcos, llegan cada día decenas de personas en busca de un refugio antes de viajar a EE. UU.

Uno es el izabalense Estuardo Flores, de 18 años, que intentará llegar por primera vez a ese país. Lo hará como indocumentado, ya que no consiguió visa para ingresar de manera legal.

Confiesa que tiene miedo, porque muchos le han hablado de los peligros del camino; sin embargo, asegura que no tiene otra opción, porque su familia pasa por una difícil situación económica y donde vive no hay trabajo. “Sé que puedo morir, pero no me importa. Si logro llegar, podré darle a mi familia un mejor futuro”, expuso.

El caso de Erwin Otilio Flores, 28, es diferente. Él regresó de EE. UU. hace varios años para estar con su familia, pero como no encuentra trabajo emprendió de nuevo el viaje en busca del sueño americano.

Mientras que unos viajarán durante las fiestas, otros, quienes fueron deportados este año, celebrarán con sus familias, pero con la mente en otro lado, pensando en el momento de regresar, ya que aquí “la situación esta mala y no hay qué comer”.

Alex Daniel Moya, padre de un inmigrante que fue deportado el 11 de octubre, contó que su hijo regresó a Chimaltenango sin nada y con muchas deudas.

Su vecino Joel Castillo también enfrentó el drama de la deportación y, aunque está feliz de compartir con su familia la Navidad, asegura que no tiene dinero.

Otros son más optimistas y aseguran que nada se puede comparar con la felicidad de estar con la familia. “EE. UU. nos dio dinero, comodidades, lujos, diversión y muchas cosas, pero nada se compara con pasar la navidad en casa”, afirmó José Velásquez Pérez, de Huehuetenango, quien residió tres años en Miami, Florida.

Avilio Gámez, otro deportado de Quiché, también se siente feliz de pasar la Navidad con sus hijos, pero en su mente está la idea de regresar a EE. UU., porque no gana lo suficiente para darles una vida adecuada.

En la misma situación se encuentran miles de deportados guatemaltecos que solicitan al Gobierno ayuda para demostrar que valen y que traen muchos conocimientos obtenidos en aquel país y que pueden aplicarlos en Guatemala si les dan la oportunidad.

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