Opinión

Las reflexiones que nos deja Haidar

Canarias 7, Francisco Suárez Álamo Las Palmas de Gran Canaria , 18-12-2009
En el momento de escribir estas líneas, Aminatu Haidar está sentada en el avión camino de El Aaiún. Pase lo que pase una vez que se instale de nuevo en su tierra, en su hogar, con sus hijos y defendiendo a los suyos, lo que enseña este enrevesado caso es precisamente lo que no hay que hacer. Y no sólo en clave de los intereses de España, sino también desde la óptica de una Canarias que durante más de treinta días ha visto cómo su nombre ha dado la vuelta al mundo como epicentro de un conflicto que en realidad está situado unos cuantos kilómetros más al este y cuya solución se debe dirimir en los salones de la sede de Naciones Unidas, y no en cuartucho en el Aeropuerto de Lanzarote.

Como activista que es de una causa política cargada de razones humanitarias, Aminatu Haidar y sus seguidores han jugado sus cartas. Un conflicto del que apenas ya se hablaba ha regresado al primer plano de la actualidad nacional e internacional, y no hay que reprochárselo a Haidar. Ella ha estado siempre a lo suyo, ha aprovechado errores estratégicos del Gobierno, ha exprimido las contradicciones del Partido Socialista en materia de política exterior y ha arriesgado en todo ello su vida, prueba inequívoca de la fortaleza de sus convicciones.

Marruecos, por su parte, también ha movido sus fichas en el tablero. Lo ha hecho con menos sutileza que en otras ocasiones, pero siempre midiendo los tiempos como le convenían: aguardando, sobre todo, hasta ver la voluntad real de la Unión Europea en la negociación de un tratado preferente que, entre otras ventajas para el país magrebí, conlleva en la práctica la casi total apertura de las fronteras a sus producciones agrícolas. Logrado eso, Marruecos ha empezado a ceder en relación con esa mujer cuyo nombre, cuyo rostro y cuya entereza difícilmente podremos olvidar.
Y, por si todo lo anterior fuera poco, Haidar nos ha invitado con su gesto a abrir otros debates que dejo para la reflexión personal: ¿se puede poner límite a la voluntad de alguien, guiado por unos ideales, de sacrificar su vida por ellos?; ¿deben las administraciones permanecer pasivas ante la constatación de que la vida de alguien se consume ante nuestros ojos?; ¿hemos sido los medios de comunicación notarios de la realidad o hemos contribuido en ocasiones a convertir todo este episodio en un gran carnaval?… Sólo por estas preguntas sin respuesta clara –al menos por la parte que me toca–, gracias a Haidar por remover nuestras conciencias. Su ayuno ha terminado siendo alimento para nuestras mentes… y nuestros corazones.

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