El presidente francés, en un artículo, transita con sumo cuidado por la controversia del «no» suizo a los alminares

Sarkozy recuerda a los musulmanes la raíz cristiana de Europa

La Razón, 09-12-2009

La inauguración del debate parlamentario sobre la «identidad nacional» sirve de marco para la opinón de Sarkozy.

A Nicolas Sarkozy no le ha gustado el viento crítico que ha levantado en Francia la soberana  decisión del pueblo suizo de prohibir la construcción de nuevos minaretes. «En lugar de condenar, hay que tratar de comprender lo que han querido expresar», detalló ayer el presidente francés, en un artículo de opinión publicado en el diario «Le Monde», sin que por lo tanto se manifestara abiertamente ni a favor ni contra el levantamiento de estos alminares que coronan las mezquitas galas. Aquí no sólo se ha importado el debate de los vecinos helvéticos sino que se ha injertado al no menos controvertido sobre la identidad nacional, que más de un quebradero de cabeza le está dando al jefe del Estado, para quien una cuestión delicada y con tantas implicaciones no se puede dirimir tan tajantemente –con un «sí» o un «no»– como planteaba el referéndum suizo.
Por eso Sarkozy se cuidó de no hacerlo, en la extensa tribuna de ayer pese a que su reacción era muy esperada. Sarkozy no tomó posición aunque sí apeló a que el Islam, como cualquier otro culto, se profese con una cierta discreción. Es decir, sin fastuosas demostraciones. «Cristiano, judío o musulmán, hombre de fe, cualquiera que sea su fe; creyente, cualquiera que sea su creencia; cada cual debe saber abstenerse de toda ostentación y de toda provocación», declaraba.
Sin dejar claro si el minarete en cuestión es, como el velo en la escuela, un «signo ostentoso», y por lo tanto problemático, sí reivindicó la raigambre cristiana de la civilización francesa. Advirtió de que cualquier intento de «desafío a la herencia cristiana y a los valores de la República» pondría en peligro el establecimiento del tan necesario «islam de Francia». Esto es, oficial y no clandestino. Donde los fieles puedan rezar en lugares dignos y practicar sus ritos fuera de la oscuridad. «Haré todo para que se sientan ciudadanos como los demás, y disfruten de los mismos derechos que el resto para vivir su fe», dijo, promoviendo el «mestizaje» frente al «comunitarismo», pero a cambio de que el respeto para el que llega de fuera implique también «el respeto hacia quien acoge».
Según Sarkozy, el «no» suizo traduce «las preocupaciones y aspiraciones de muchos europeos» que, según él, están dispuestos a acoger a la inmigración «pero no quieren que su paisaje, ni su manera de pensar ni sus relaciones sociales sean desnaturalizadas».
Tanto es así, que cada vez son más los franceses contrarios a la edificación de templos islámicos. Un 40% está en contra (por un 22% en 2001), según un sondeo de Ifop, que cifra en un 46% los favorables a la prohibición de minaretes en este país.
Su tribuna, que ha dejado fríos a los socialistas por no clarificar la postura elísea, coincidía ayer oportunamente con el debate en el Parlamento galo sobre la vapuleada «identidad nacional», objeto de reflexión colectiva en Francia, y que la oposición tacha de «maniobra política» y con tintes «xenófobos» de cara a las elecciones regionales de marzo.

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