El tradicional país neutral se enfrenta a las represalias de los gobiernos musulmanes por la prohibición de los minaretes y su conflicto con Gadafi

Suiza, «la última cruzada» europea

La Razón, 07-12-2009

Los empresarios suizos ven con preocupación un largo enfrentamiento con la comunidad islámica por sus negativos efectos.
 

«Bajo los Borgia, Italia padeció guerras, terror y asesinatos, pero también alumbró a Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento; en Suiza durante 500 años de amor fraternal y paz, sólo han producido el reloj de cuco».
Esta irónica frase de Orson Welles en «El tercer hombre», a pesar de contener un error (el reloj de cuco es típico de Alemania), resume uno de los rasgos definitorios de Suiza: su pacífica neutralidad.
El genoma nacional helvético contiene una inveterada tendencia a rehuir cualquier hostilidad, que ha empujado a sus habitantes al aislacionismo cada vez que por el continente europeo sonaban tambores de guerra.
Sin embargo, desde hace unos meses, Suiza libra un extraño conflicto con la comunidad musulmana en dos campos de batalla: el religioso, con la controvertida prohibición de los minaretes aprobada hace ocho días; y el diplomático, con el estrambótico choque que mantiene desde hace meses con la Libia de Muammar al – Gadafi.
Ambas polémicas han terminado por mezclarse esta última semana para arrancar a la fría y moderada Suiza de su voluntario segundo plano mediático. Para el 15 de julio de 2008, hacía ya meses que miembros del Partido del Pueblo Suizo (SVP) venían recogiendo firmas para organizar unreferéndum que prohibiera constitucionalmente la construcción de más minaretes.
Ajeno a esa iniciativa, aquel día fue detenido en un hotel de Ginebra Hanibal, uno de los ocho hijos de Gadafi, acusado de maltratar a dos empleados domésticos. La Policía le dejó en libertad 48 horas después, pero ello no amainó el monumental enfado de su histriónico progenitor.
En los meses posteriores Suiza se convertiría en el saco de los golpes de Gadafi, mientras el nacionalista SVP lograba el doble de las firmas necesarias para convocar su consulta.
El boicot libio a las importaciones suizas, seguido del cierre de las oficinas de Nestlé en Trípoli o la interrupción del suministro de petróleo dieron alas a la iniciativa de la extrema derecha suiza.
Por si fuera poco, durante la reunión del G – 8 del pasado verano,  Muammar al – Gaddafi solicitó la disgregación de la pequeña república alpina entre Francia, Alemania e Italia.
Las autoridades de Trípoli retienen además, por supuestos problemas con sus visados, a dos hombres de negocios suizos desde hace 16 meses. Durante ese tiempo, el referéndum sobre los alminares de las mezquitas se ha aprobado y realizado. «Es difícil explicar por qué ha ganado laprohibición», confiesa el escritor suizo Peter Stamm.
«La mayoría sólo conocen el Islam a través de noticias sobre terroristas afganos, bombas atómicas iraníes o absurdas proposiciones de disolver nuestro país», lamenta. Aunque un quinto de la población helvética es inmigrante, cinco de cada cien habitantes son musulmanes, procedentes mayoritariamente de zonas moderadas como Turquía o los Balcanes. De ellos, el 85% no es practicante. En toda Suiza sólo existen cuatro minaretes.
Tras la polémica, el Gobierno de Berna está preocupado por las posibles consecuencias económicas del conflicto religioso y diplomático, especialmente en relación con los países musulmanes, receptores de un 7% de sus exportaciones.
También los empresarios temen posibles represalias: «Suiza debe mantener su imagen de apertura, pluralismo y libertad religiosa», afirma uno de los responsables de la relojera Swatch.
Un ministro turco animaba estos días a retirar los fondos musulmanes de los bancos suizos: un torpedo dirigido a la línea de flotación helvética en plena crisis.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)