Más firmeza en el «caso Haidar»
La Razón, 01-12-2009España tiene que tener buenas relaciones con Marruecos, pero no desde la tibieza
La activista saharaui Aminatu Haidar afronta su tercera semana de huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote con la sensación de que su situación se ha enquistado y no parece que tenga un fácil desenlace. Cabe recordar que Haidar llegó a España tras ser privada de su pasaporte marroquí por las autoridades de este país, que también le impiden entrar en El Aaiún, de donde fue explulsada el pasado 14 de noviembre. Es decir, que fue Marruecos el que, conscientemente, activó este conflicto con la activista dejando en manos de la diplomacia española la «patata caliente» de su difícil resolución. El departamento que dirige Moratinos se encuentra en una situación delicada. A lo largo de estos quince días de huelga de hambre se han ofrecido varias opciones para regresar a El Aaiún: recuperar su pasaporte marroquí, darle asilo político en nuestro país o condecerle la nacionalidad española. Ninguna de ellas ha sido aceptada por Haidar, que ha afirmado que, en ningún caso, aceptaría nuestra nacionalidad, ya que no quiere ser «extranjera en su propia casa». Ayer, se planteó una de las situaciones más desconcertantes al imponer a Haidar una multa de 180 euros por falta contra el orden público, tras ser denunciada por el director del aeropuerto al negarse a abandonarlo, una decisión que, aunque jurídicamente no cabe ponerle ninguna tacha, puede ser difícil de enterder por la ciudadanía. Pocas horas antes, el Defensor de Pueblo, Enrique Múgica, se pronunció sobre este caso y comentó que el Gobierno «está haciendo lo que debe hacer» porque los intereses generales de un país no «se pueden ser subordinados a querencias individuales o grupales por muy legítimas que sean». Con esta apreciación, Múgica se queda en la superficie del problema. Nadie ignora que España tiene que mantener unas buenas relaciones con Marruecos, pero éstas no deben pasar ni por la tibieza ni por la complacencia a la hora de tomar decisiones. Porque la realidad es que el caso de Haidar es un síntoma alarmante de nuestra posición frente al país vecino, al que parece que tememos importunar.
El director del Gabinete de Exteriores, Agustín Santos, insistió ayer, como Moratinos, en que el Gobierno comparte con Haidar el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y que se busca una solución al conflicto del Sahara Occidental. Pero sirven de poco las corrientes de simpatías que se quedan, en la mayoría de los casos, en gestos baldíos, sin ninguna repercusión política. Se sabe que el ministro Moratinos ha mantenido conversaciones con su homólogo marroquí pero éstas, lejos de dar algún fruto, sólo están prolongando la incapacidad del Gobierno español para solucionarlo. Con mesura, sentido común y prudencia, nuestro Ejecutivo tiene que optar por una posición más firme y decidida. Cabe recordar que España no reconoce que el Sahara Occidental sea marroquí, por lo que cuesta entender la actitud contemporizadora que mantiene ante el «caso Haidar», dando por buenas las «soluciones» jurídicas que proponen nuestros vecinos.
De todas formas esta situación, aunque con nombres distintos, no es nueva. La historia reciente nos dice que los socialistas, cuando están en la oposición y no tienen responsabilidad de Estado, son mucho más combativos cuando de lo que se trata es de defender a los saharauis. Se entiende que, al alcanzar las máximas responsabilidades del Estado, las palabras y los comportamientos tienen que ser más sosegados, pero sin llegar a estas situaciones que ponen en entredicho la labor de nuestra diplomacia y nuestro papel en la escena internacional.
(Puede haber caducado)