Dónde: Caixaforum. Paseo del Prado, 36. Madrid.
Cuándo: hasta el 23 de enero.
Cuánto: gratis.

La vida a través de una pantalla. Una existencia proyectada. Jirones en blanco y negro. La más importante exposición dedicada a Hannah Collins (Londres, 1956) desembarcó ayer en Caixaforum tras pasar por Barcelona y Bilbao. Está formada por cuatro películas, tres de ellas en pantalla múltiple, a las que se añade una filmación que se muestra por primera vez y unas veinte fotografías, algunas de formato panorámico. «El arte contemporáneo está conectado con la vida que nos rodea y las nuevas tecnologías, y la obra de Collins es una muestra de ello». Quien así habla es Ignasi Miró, director del Área Cultural de la Fundación «la Caixa», quien presentó unas obras que hablan «del desarraigo, los vínculos afectivos, el aislamiento y las formas de vida colectiva. No son imágenes captadas casualmente. He contado con la colaboración de quienes viven allí», explicó ayer Collins en Madrid, que asegura que el público saldrá de la exposición sin entender bien la concepción de la obra, pero con más información de la que una noticia puede aportar. La artista ofrece cuatro proyecciones, diferentes entre sí, aunque hablan de las frágiles conexiones entre individuos y grupos sociales. Para rodar la primera de ella, Collins y su equipo estuvieron durante ocho meses viviendo entre gitanos: «Es difícil ser payo y que te acepten». Un camerunés que arriesga su vida para llegar a Madrid, una ugandesa casada con un diplomático italiano, y una evangélica de Costa de Marfil que vive en Londres con su hijo se convierten en los protagonistas de la segunda filmación, que toma los flujos migratorios como tema principal: «Yo también soy inmigrante y consciente de que mi pasado me influye». Por esta causa he querido explicar las dificultades con las que nos encontramos quienes vivimos en esta situación», explicó Collins, que afirma sentirse más española que inglesa. Por otra parte, «Historia en curso», nombre de otra de las proyecciones, describe un día en la vida de quienes viven en Beshencevo (Rusia central). «Soledad y compañía» es la cuarta, rodada en una fábrica cerrada recientemente en La Tossé (Francia), «son 24 horas vividas en un inmenso edificio vacío, mientras se escucha a los ciudadanos revivir sus sueños», apostilla la artista.