Los niños del Gallinero y el abismo
El Mundo, , 17-11-2009Cañada Real. Juegan entre las ratas, van sucios al colegio y apenas pueden integrarse. Son los aproximadamente 500 críos del poblado chabolista junto a Valdemingómez. Los voluntarios les han organizado unas jornadas de trabajo y fiesta para llamar la atención sobre su miseria y mejorar sus vidas Los niños aquí no juegan con perros, sino con ratas.
No es una exageración. Incluso algún bebé ha sido mordido por una rata.
La población roedora del Gallinero, la Calcuta madrileña junto a la A – 3, es tan grande que Paco, el párroco de Santo Domingo, la iglesia de los yonquis, ha tenido una idea – protesta: «Vamos a vender ratas con denominación de origen de la Comunidad de Madrid, se las vamos a llevar al concejal presidente de la Junta de Distrito».
Mientras, los niños del Gallinero ramonean con ellas por entre los montones de basura y detritos, y juegan con muñecas rotas, y enfilan futuros previsiblemente rotos si nadie lo remedia.
El próximo viernes 20 es el Día de los Derechos del Niño en todo el mundo, y en el Gallinero hay «alrededor de 500», explica Paco. Por eso, porque «no sólo reivindicamos el derecho a la alimentación, a la higiene y a la vivienda, sino también el derecho al juego, que es lo mínimo que puede tener un niño», los voluntarios de Santo Domingo y San Carlos Borromeo han preparado una semana de fiesta – protesta en este poblado chabolista, habitado por unas 200 familias rumanas.
Se trata de un calendario de actividades «creativo – formativas» que pretende llamar la atención sobre el drama del poblado chabolista, formado hace cinco años junto a la incineradora de Valdemingómez, a la vez que mejorar sus condiciones de vida y entretener a los chiquillos que corretean por el lugar.
«Aquí todos los políticos han venido, se han hecho la foto, han prometido cosas y luego nada de nada», dice Jorge, un voluntario. Y cita por ejemplo a Arturo Canalda, defensor del Menor de la Comunidad, que «nos prometió hace más de un año una guardería, y todavía no la hemos visto». O la delegada del Gobierno, Amparo Valcarce, que «sí, ha mejorado la seguridad un poco, pero tampoco ha cambiado nada más», dice el párroco de Santo Domingo.
Se calcula que, de los aproximadamente 500 niños del Gallinero, hay unos 100 escolarizados regularmente en colegios de la zona, y otros «30 ó 40» en el Centro Sociocultural de Cruz Roja para los Niños del Gallinero, en Aluche.
Ayer por la tarde se dio inicio a las actividades con la colocación de varias señales y badenes en la carretera, junto al poblado. La cosa no es baladí, porque los niños son los encargados de ir a buscar agua a la fuente más cercana y tienen que cruzarla cada día varias veces para volver cargados con los perolos, con los coches pasando por allí «a toda leche».
Hoy, por ejemplo, la actividad tendrá aún más enjundia: los habitantes del Gallinero pretenden colocar una marquesina para la parada del bus 339 a unos 100 metros del poblado. ¿Unos gitanos rumanos haciendo una obra junto a la A – 3? «¡Hombre, si esta gente trabajan todos en la construcción! ¡Imagínate cómo construyen!», explica Paco.
El párroco de Santo Domingo admite que «el Iris [el Instituto de Realojamiento e Integración Social de la Comunidad] ya está empezando a trabajar en el Gallinero», y que «hay cinco o seis personas trabajando aquí todos los días, recopilando información», preparando los realojos. «Esperemos que no se hagan a 20 años vista, como los del Pozo del Tío Raimundo», dice mirando hacia el cielo.
Además, en la Escuela de Arquitectura tendrá lugar mañana un debate sobre las posibilidades reales de realojo del Gallinero, e incluso las perspectivas de la Cañada Real Galiana.
Lo primero será, en todo caso, lo material. Luego queda lo cultural. «Estos niños», dice Paco, «tienen un índice muy alto de absentismo en el colegio porque se sienten rechazados, son diferentes, van sucios. Ahí hay que trabajar, ahora y después», zanja.
Ilegales, sí, pero hay que pagar el agua
>Ilegales para vivir, pero no para pagar: el Gallinero le paga al Canal de Isabel II el agua que consume de una fuente cercana. Cada dos meses llega un recibo a «la primera chabola», y se paga. Un vecino de una finca aledaña aceptó que ‘pincharan’ su tubería a cambio de 1.000 euros. Un ‘pinchazo pirata’.
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