LA 'PRIMAVERA' DEL ESTE Los retos pendientes

Barreras que tapian el odio

El Mundo, ROSA MENESES, 10-11-2009

En Cisjordania, Bagdad o el Sáhara, las murallas se alzan en medio de un conflicto Siempre ha habido muros. Su empleo es tan antiguo como el mundo. Cuanto más se festeja el XX Aniversario del derrumbe del Telón de Acero, esa barrera que separó dos mundos enfrentados, más se pone en evidencia que existen otros muros que también deben ser derruidos.


Uno de los más recientes es el que separa a israelíes y palestinos en Cisjordania, al que ya se ha llamado el muro de la vergüenza. Israel comenzó a erigir en junio de 2002 una «valla de seguridad» – como llama eufemísticamente a esta muralla – de 650 kilómetros de longitud. Coincide más o menos con la Línea Verde y su función, según Israel, es prevenir los atentados terroristas palestinos.


Pero la barrera – una verja electrificada en algunos tramos y un muro de bloques de hormigón que, en otros, llega a medir hasta nueve metros de alto – ha separado a pueblos enteros de sus tierras de cultivo y a niños de sus colegios. Miles de palestinos dependen de un permiso para cruzarlo y poder así ir a trabajar, a estudiar, moverse de una zona a otra o incluso permanecer en sus casas. Afecta directamente a más de 200.000 palestinos que viven en 67 pueblos y ciudades. El muro israelí ha dejado un terrible impacto en la economía palestina.


En lo político, la barrera va a dificultar mucho la futura creación de un Estado palestino. También va a condicionar sus fronteras, arañando más terreno a la Autoridad Nacional Palestina. Cisjordania será finalmente un 40 o 50% de su territorio antes del muro, según contó a esta periodista la consejera jurídica de la Organización para la Liberación de Palestina, Stephanie Koury. El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya concluyó en 2004 que el muro de Cisjordania es «ilegal», pero Israel sigue sin acatar la resolución.


Caído el Muro de Berlín, el de Cisjordania se ha convertido en un nuevo paraíso para los grafiteros, que protestan con sus pintadas de colores contra una barrera que parte en dos la dignidad de los habitantes de Cisjordania. En Jerusalén, uno se queda paralizado cuando se tropieza con el enorme monstruo de hormigón que da la espalda a la localidad palestina de Abu Dis y contempla los rostros afligidos de los que miran a través de sus diminutos huecos.


La estrategia de los muros se ha utilizado también en Bagdad para separar unos barrios de otros y crear islas de seguridad. Las barreras, que forman un trazado laberíntico dentro de Bagdad, han dificultado los movimientos de los kamikazes. Pero también los de los bagdadíes, que cada día sortean las vastas moles de hormigón gris para ir a la compra o al trabajo. Durante unos meses, las trincheras de cemento lograron contener los atentados suicidas. Sin embargo, los terroristas han sabido taladrar los frágiles cimientos del nuevo Irak. Caminando entre los muros de Bagdad se siente la hostilidad que palpita esta ciudad cercenada.


Hay muros nacidos de la guerra. como el que Marruecos construyó en los años 80 para detener el avance del Frente Polisario. Un dique de arena de 2.000 kilómetros que cruza el desierto y en el que se ahoga la sed del pueblo saharaui por recuperar su patria.


Hemos construido muros en la frontera del hambre. En EEUU se alza una barrera contra los espaldas mojadas que intentan dar un paso de gigante desde el corazón de la miseria hacia Eldorado. En Ceuta y en Melilla, las verjas de entre seis y 12 metros de alto tratan de contener los flujos de inmigración ilegal hacia España y el continente europeo.


Y en nuestra Europa unida también existen fortalezas. En Chipre, un muro parte por la mitad Nicosia para separar a turcochipriotas y grecochipriotas. En el Ulster, protestantes y católicos siguen tapiando su odio. Aún quedan por caer muchas piezas en el dominó: las dos Coreas, Cachemira…

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