La celestina de Carabanchel: las cien bodas y un dineral de «Claudia»

La Razón, 01-11-2009

con un puñado de tarjetas de visita, «Claudia» montó una factoría de bodas falsas. Más de cien colombianos se «legalizaron» con sus apaños. «Hace mucho que no veíamos a alguien con tanta cara», dice la Policía.
 

Durante más de un año, la «abogada de las bodas» fue una de las usuarias más asiduas del Juzgado de paz de Torrelodones. Cada vez que llamaba, los funcionarios la reconocían por su voz segura y por su acento colombiano, aligerado tras largos años de residencia en España. Y su petición era siempre la misma.
- Buenos días, soy Claudia, ¿me puede dar día y hora para un enlace?
Su trato siempre era impecable, pero algo rechinaba en sus llamadas. No era habitual que tantos novios contrataran una abogada para tramitar el papeleo. Tampoco que la letrada se empeñara en que un colaborador depositase todos los documentos en mano. «Y, cuando llegaba el día de la ceremonia, no aparecía», explica un trabajador del juzgado. «Sólo venían las parejas y sus testigos. Muchos eran colombianos, gente rara… Pero a ella no la vio nadie».
A mediados del año pasado, las llamadas de «Claudia» se cortaron de cuajo. Esta semana, los empleados del juzgado entendieron por qué. En realidad, «Claudia» era el seudónimo de Esliana García Vargas, la supuesta cabecilla de una poderosa trama de matrimonios de conveniencia. Y este pueblo de la sierra madrileña se había convertido en el escenario favorito de sus bodorrios de cartón piedra.
En total, Torrelodones acogió  56 «bodas blancas» organizadas por «Claudia». Además, la Policía cree que su red montó decenas de enlaces en otros juzgados e iglesias de la comunidad. A 12.000 euros por «sí, quiero», la trama facturó al menos un millón de euros. Un negocio «perfecto» que pasó desapercibido hasta que la colombiana empezó a tomar atajos para exprimir su margen de beneficio. «Con el tiempo se confió y empezó a hacer chapucillas: hace mucho que no veíamos a alguien con tanta cara», admiten fuentes de la investigación.
Hacía tiempo que las autoridades sospechaban que una red «legalizaba» colombianos a golpe de boda. Los indicios se fueron agolpando en el banco de datos de la Policía: varios «narcos» que arreglaron sus papeles a la vez, tres hermanas gitanas que se casaron con colombianos en cuestión de días, varios  novios de pega que se quejaban de que no les habían pagado su tarifa… Y todos estos casos tenían un nexo en común: «Claudia», una colombiana con nacionalidad española conocida por la Policía, que ya la había investigado por falsificación de moneda en los 90.
Una falsa abogada
Hace un par de años, «Claudia» empezó a patearse los locutorios de Carabanchel con un puñado de tarjetas que había «levantado» a una gestoría del barrio. Era su truco para dar más empaque a su «papel» de abogada especializada en inmigración. Cuando alguien se interesaba por sus servicios, ella les proponía «una solución ideal»: por diez o doce mil euros, les buscaría un novio con papeles y les guiaría al otro lado del laberinto burocrático. «Era una mujer muy desenvuelta, tenía muchos contactos, así que la gente se fiaba de ella», explica la abogada de varios colombianos que se «legalizaron» gracias a esta red.
No era la primera vez que la «celestina de Carabanchel» flirteaba con el delito. Según fuentes jurídicas, los tribunales españoles mantienen al menos tres causas abiertas contra ella, entre ellas una por falsificación de documentos públicos. Pero, en plena crisis, las «bodas blancas» se convirtieron en una jugosísima fuente de ingresos. «Ya hay cien casos documentados, pero estamos estudiando muchos papeles y creemos que puede haber el doble o el triple», señalan fuentes policiales.
Al parecer, una de las compinches de «Claudia» era «La Lola», una mujer gitana del barrio de Villaverde. Su misión era «adquirir» materia prima para su factoría nupcial: prostitutas, alcohólicos o yonquis dispuestos a casarse por 3.000 euros o, simplemente, por un carné de conducir falsificado. Además, muchos de los novios cobraban 200 euros adicionales por ejercer de testigos en otros enlaces. Al repasar las actas de Torrelodones, los agentes se percataron de que se repetían muchos nombres. Fue otro indicio inequívoco de que todo era un gigantesco montaje.
Días antes del gran día, la «celestina» concertaba una cita entre los novios. Su obsesión era que memorizaran una biografía ficticia que les blindaría de cualquier pregunta inoportuna: dónde se habían conocido, cuál era su plato favorito, si su pareja tenía tatuajes…  «Lo manejaba todo hasta el último detalle, incluido el traje de la novia… Estaba preocupadísima con que los jueces no sospecharan de los enlaces que montaba», explican fuentes policiales. «Claudia» era la «niña bonita» que daba la cara durante todo el proceso. A sus órdenes actuaban dos compinches –su pareja y un amigo– que presuntamente se encargaban de visitar los juzgados, comprar la ropa a los novios, llevarles en coche… Además, la Policía cree que su novio ejerció de «cobaya» de la red: él fue una de las primeras personas que se nacionalizó por la vía matrimonial.
La clientela de «Claudia» era variopinta. Por un lado, estaban los compatriotas que conocía en sus paseos por los locutorios, los registros civiles y las oficinas consulares de la capital. «Se aprovechaba de ellos como quería», dicen fuentes policiales. «Les pedía más dinero, remoloneaba con los papeles, les obligaba a ejercer de testigos…».
En muchos casos, los inmigrantes también quedaban en manos de sus «esposos». Es lo que le ocurrió a María (nombre ficticio), cuyo «marido» español –un toxicómano– la extorsionó durante meses para saciar su hábito. Unos días le pedía cien euros, otros cincuenta, siempre bajo la misma amenaza: si no soltaba el dinero, iría a la comisaría y denunciaría el chanchullo. Y sólo la intervención de la Policía la rescató de su calvario.
El «pack» completo
Además de la boda básica, «Claudia» también ofrecía el «pack» completo. Primero, colaba a sus clientes en España con papeles «prestados» de algún compatriota: en muchos casos, antiguos «clientes» a los que convencía con amenazas. Al cabo de unos meses en situación ilegal, les montaba la boda de conveniencia. La factura total podía superar los 20.000 euros. Poca cosa para su clientela tipo: narcos que querían implantar su negocio en los bajos fondos madrileños.
En cuestión de meses, el negocio ya funcionaba a pleno rendimiento. La red se embolsaba unos 6.000 euros limpios por matrimonio y, en plena crisis, la demanda de papeles no paraba de crecer. Además, se trataba de un «bisnes» relativamente seguro: según un agente de inmigración, «si tomas precauciones, es muy difícil que te pillen montando bodas». El problema es que, empachada de dinero fácil, a «Claudia» le pudo la avaricia. Sus matrimonios postizos empezaron a dejar rastro.
El principal gasto de su «empresa» era el sueldo de los novios. De ahí que a la «celestina» se le ocurriera una triquiñuela para ahorrar costes: saltarse las ceremonias. En vez de montar el paripé ante el juez, la red se limitaba a escanear los certificados de boda de once iglesias. Luego, cambiaban el nombre de los novios, presentaban los papeles en el Registro Civil y registraban el casamiento sin que las parroquias se enterasen de nada. «Al final, ponían el nombre que les daba la gana», señalan fuentes de la investigación. «Así se ahorraban los 3.000 euros de los novios. Hay gente que estaba “casada” sin enterarse. Y no descartamos que a alguno se lo hicieran más de una vez».
Fallos tontos
Pero este método tenía un inconveniente: en el archivo de la parroquia no quedaba constancia del matrimonio. Así, cuando el Registro Civil detectó varios enlaces sospechosos, a los agentes les bastó con preguntar al párroco para desmontar la trama. Además, «Claudia» empezó a cometer fallos propios de una principiante. Por ejemplo, en un certificado de convivencia aseguró que los novios vivían en el quinto piso de un edificio de tres plantas. También dio su propia dirección en numerosos trámites, lo que acabó de poner sobre la pista a los agentes. «Si dices que tienes a 70 tíos viviendo en tu casa canta un poco», asegura la Policía.
Poco a poco, el universo paralelo de la «celestina de Carabanchel» se fue diluyendo. Durante meses, los agentes bucearon en miles de documentos a la caza de irregularidades. Y cada día se sorprendían del alcance de su montaje nupcial. Con todos estos datos, la Policía Municipal y la Nacional decidieron desarticular la red. Esta semana se anunció la detención de 35 personas, entre ellas los tres cabecillas, una funcionaria y un sacerdote colombiano, además de decenas de falsos contrayentes.
Los agentes  bautizaron la redada como «operación Escarlata» en homenaje a Escarlata O’Hara.  Como ella, «Claudia» estaba dispuesta a lo que fuera para no pasar hambre. «Por suerte, el éxito se le subió a la cabeza y comenzó a cometer errores absurdos», admiten los investigadores. «Si no, todavía estaría casando a gente».
 

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