El final de un sueño

El Correo, ISABEL IBÁÑEZ, 01-11-2009

Este reportaje de inmigrantes que se ven obligados a regresar a su país por culpa de la crisis va dedicado a dos españoles, José Luis y Juan, que convencieron al boliviano Luciano – líneas más abajo contará sus desventuras – para que fuera a trabajar todos los días durante dos meses a una obra desde Algorta (Vizcaya) hasta Burgos. Y no le pagaron. Algunos saben encontrarle provecho a esta crisis que vive nuestro país y que tiene desempleado al 16,1% de los autóctonos y al 27,5% de los inmigrantes, cifra que hace que cada mes un buen puñado de éstos decida olvidar sus sueños, como el inocente Luciano, y volver.

Según el Instituto Nacional de Estadística, a finales de septiembre había empadronados en España 5.342.000 inmigrantes, 17.100 menos que en junio. Es la primera vez que se produce un descenso desde 1996. Y eso que son pocos los que avisan al padrón de que se van o dejan constancia estadística de ello al apuntarse a uno de los dos planes, puestos en marcha por el Gobierno español, de ‘retorno voluntario’, aunque muchos critican ese calificativo alegando que siempre es forzado por las circunstancias.

El primero es el humanitario; funciona desde 2003 para personas ‘sin papeles’ y sin recursos (les dan el billete de avión o autobús, 400 euros a los extracomunitarios y 50 a los de la UE). Es decir, para aquellos que no han tenido mucha suerte y han de volverse, como decía Chavela Vargas, con las manos vacías. La otra modalidad, puesta en marcha a finales del año pasado coincidiendo con el agravamiento de la situación económica, va dirigida a aquellos ciudadanos extracomunitarios que lograron ‘papeles’ y trabajo y tienen derecho a cobrar el desempleo; les dan el 40% aquí y el 60% al llegar a su país, aunque existe una contrapartida: no podrán volver a pisar suelo español en tres años, algo que ha suscitado las críticas de muchos colectivos y ONG.

Según la Cruz Roja, organización que mayoritariamente está gestionando estas ayudas, son 3.441 las personas a las que ellos han ayudado a marchar de una u otra forma desde enero de este año hasta esta semana. En 2007, el número fue de 1.151 y en 2008, llegaron 3.769. «Y aún faltan dos meses para terminar el año, pero se ve claramente que las cifras están aumentando», dicen responsables de esta ONG. En total, la cifra de los que habían abandonado España hasta junio por uno de estos dos procedimientos y a través de cualquiera de las entidades que lo gestionan es de 5.500.

LUCIANO SE VUELVE A BOLIVIA

El boliviano Luciano Moyán es un hombre de 47 años, anchas espaldas, pelo negro, cincelado rostro indio, diez euros por fortuna y cinco hijos varones – buscaban la niña que nunca llegó – . Derrama lágrimas sobre el descafeinado cuando relata lo que siente un padre cuando no tiene qué dar de comer a sus hijos: «Llegué a pensar incluso en hacerme desaparecer. Si no lo hice fue por mi familia y mi fe». Guarda ya los tres billetes de avión que le dieron en la Cruz Roja de Vizcaya – van a duplicar las cifras de retornos humanitarios del año pasado (45) – y con los que regresará esta misma semana a Santa Cruz de la Sierra, paraíso tropical en la parte oriental de Bolivia. Se vuelven él y sus dos hijos pequeños, uno de 15 y el de 8, al que llama ‘el chino’ y con el que duerme en la misma cama, en un mismo cuarto para los tres, por el que pagan 300 euros. Su mujer seguirá en Canarias ganando dinero para ellos.

Llegó a España hace tres años, como los primeros ramalazos de la crisis. Primero estuvo en Las Palmas, donde «gracias a Rafael Castillo y a don Mauricio, tuve trabajo. Pero luego ya no hubo y tuvimos que venirnos a Algorta. Aquí las cosas han ido mal, muy mal. Y eso que yo en Bolivia trabajaba en la construcción y sabía hacer de todo. Pero sólo conseguí chapuzas, trabajos esporádicos… Vivíamos los cuatro en una misma habitación; en la escuela me decían que los chavales no estudiaban, pero dime tú cómo se hace en esa situación».

Dejó su ocupación en Bolivia porque le decían que España era un buen sitio para trabajar y ganar un dinero: «Y siguen diciendo que están bien, pero no deberían hacerlo, no deberían engañar, porque no merece la pena pasar estas penalidades por un poco de dinero. No tenía ni para pagar los zapatos de mis niños. De no ser por la ayuda de los amigos y su apoyo moral y económico, de la Iglesia y, ahora, de la Cruz Roja…». Cuando llegue a su ciudad intentará volver a trabajar en lo suyo, la construcción. Sueña con mejores tiempos: «En Bolivia hay trabajo, poco, pero el que no trabaja es porque no quiere. Me arrepiento de haber venido, otros han tenido suerte, pero yo no. Y si mis hijos me dicen un día que quieren emigrar, intentaré quitarles esa idea».

Luciano es uno de los 240 bolivianos que, según el Gobierno de aquel país, regresan cada mes procedentes de España. Casi todos los que se acogen al retorno humanitario son bolivianos – siempre que cumplan los requisitos para esta ayuda – , porque su país no tiene acuerdos con la Seguridad Social para que, los que puedan, se acojan a la otra ayuda, la de cobrar el paro. El Ejecutivo de La Paz también asegura que, en 2007, sus inmigrantes residentes en España – 105.931 de forma legal – enviaron 1.029 millones de euros, un 10% del PIB. Sólo un año después estas remesas bajaron un 43%, hasta los 591 millones.

ISABEL REGRESÓ A ECUADOR

La web www.remesas.org es una «iniciativa puesta en marcha por economistas y analistas que pretende dejar constancia del importante papel de las remesas en la economía global y para transferir recursos a los países en desarrollo». Recogen datos del Banco de España sobre el dinero que sale de nuestro país fruto del trabajo inmigrante: en el segundo trimestre de 2009 fueron 1.672 millones, un 13,2% menos que los 1.928 del mismo periodo de 2008. Afirman que la caída de las remesas se está cebando también con Ecuador: el año pasado cayeron allí un 18,2% con respecto a 2007. En España viven 700.000 ecuatorianos y el dinero que envían equivale al 4,5% de su PIB, según el Gobierno de Quito, que asegura también que, en sólo seis meses, la cifra de ecuatorianos en paro en nuestro país ha pasado de 25.000 a 50.000.

Isabel Sangucho Ayala es una ecuatoriana de 35 años licenciada en Ingeniería y liderazgo (como Empresariales aquí) que regresó hace seis meses a Sangolquí, cerca de la capital, Quito, dentro del programa para desempleados que tiene derecho a cobrar el subsidio; en su caso se fue con 5.000 euros. Vino a Sevilla en 2004, con su país en pleno proceso de ‘dolarización’ (el dólar estadounidense sustituyó al sucre en 2000), lo que hizo subir el coste de la vida y bajar el empleo. «Yo trabajaba de asesora de créditos en un banco, y lo dejé por probar suerte aquí».

Y la tuvo, al menos más que Luciano. Trabajó siempre en empleos de media jornada que ella combinaba para conformar jornadas de sol a sol: cuidando niños, en un hotel, de camarera, vendiendo promociones de Internet… Incluso como cantante de una orquesta de ritmos latinos. Hizo cursos en la universidad para ampliar su currículo y labores de voluntariado. Hasta logró una vacante en la ONG Movimiento por la Paz, que, casualmente, gestiona el programa de retorno al que ella se acogió hace sólo unos meses, cuando se acabó el trabajo. Pero ya había logrado sus papeles de residente y el derecho a cobrar el paro.

Hoy, Isabel tiene contrato con el Ministerio de Industria de su país, aunque le ronda la cabeza un proyecto para asesorar a los compatriotas que retornan «y que, como yo, no sabemos muy bien qué hacer con los pocos ahorros que traemos».

«Gracias a todo lo que trabajé, no dejé de mandar las remesas para mi familia, entre 150 y 200 euros cada mes. De media, llegaba a ganar unos 1.000 ó 1.100 euros, eso cuando trabajaba hasta los fines de semana. Y en la habitación se me iban 240. Así que cuando me quedé sin empleo y viendo que las cosas estaban mal, en vez de gastarme el paro y quedarme sin nada, decidí volver. También tenía ganas de regresar ya, de ver a mi familia, pero la crisis ha sido determinante. He aprendido mucho de mi estancia aquí, de las charlas que daba a jóvenes en los institutos de Andalucía sobre inmigración y xenofobia. Lamentablemente, hay algunos que todavía tienen muchos prejuicios por desinformación».

- ¿Les echan la culpa de la crisis?

- Sí, y he constatado que, con la llegada de la crisis, las opiniones xenófobas iban aumentando: les hemos quitado trabajo a los españoles.

- ¿Le parece bien que a los que se van con el subsidio no les dejen volver a España en tres años y pierdan su tarjeta de residente?

- Bueno, me parece un poco injusto, porque algunos hemos trabajado muy duro para conseguir nuestros papeles.

DARÍO VIAJA HACIA ARGENTINA

A estas horas, Darío Joel Oviedo, de 27 años, su mujer Carina Andrea Santibáñez, y sus dos hijos pequeños estarán ya en Mendoza (Argentina), centro del turismo hacia la cordillera andina. Vinieron a Atarfe, Granada, hace cuatro años y tres meses «para sacar dinero y poder acabar una casita que se están construyendo allá». «En mi país trabajaba en la metalurgia, pero aquí me he tenido que buscar la vida y trabajar en cualquier cosa. Y ha sido muy duro y eso que no me quejo, porque me quedo con las cosas buenas. Pero ha habido cosas muy tristes, como falta de alimentos. El piso nos costaba 280 euros y en los mejores meses yo ganaba entre 400 y 500 euros». Se acuerda ahora del ‘corralito’ argentino. «Y ahora ustedes tiene algo parecido acá. Pero bueno, ahora en Argentina trabajo hay, el problema es la delincuencia, los secuestros… Pero no pienso en cosas malas, lo único que quiero es trabajar y volver con mis padres, que aún no conocen a sus nietos».

Mirando hacia Europa, las cosas no son tan visibles, como en el caso de los rumanos. Ellos están realizando un retorno abundante pero silencioso para el que no hay datos, porque no recurren a los programas estatales. Hacia África, los subsaharianos, por ejemplo, evitan regresar por todo lo que les costó llegar a Europa en muchos casos y porque el panorama en sus países es bastante peor que el de aquí. Los marroquíes retornan poco y antes que eso, buscan salida en otros países europeos.

¿ES BUENO EL RETORNO?

Esta información está recogida en el informe Inmigración y Mercado de Trabajo 2009, elaborado por Miguel Pajares para el Gobierno. En él, el experto concluye que «la crisis ha aumentado el número de personas que regresan» y afirma que «el retorno real puede estar siendo mucho más importante del que indican las estadísticas».

Pajares se pregunta en su informe: «¿Le conviene a la economía española el retorno de los inmigrantes?» Y contesta: «Parece que la sociedad está convencida de que, ahora que arrecia el desempleo, nos interesa que los inmigrantes vuelvan a sus países». Y admite que «cierto retorno, el de los que están perdiendo sus empleos, puede aliviar en parte la situación». «Pero – continúa – si retornase una parte importante de los inmigrantes que hacen tareas no cualificadas, no habría mano de obra autóctona para cubrirlas y se generaría un colapso. Conservar a los inmigrantes que tenemos, y especialmente a los que se están formando, debería ser algo a considerar al salir de la crisis».

Pajares cree que, pese a esto, se avecinan tiempos de «estigmatización» para los inmigrantes «porque no se ha entendido que sin ellos nuestro crecimiento económico hubiera sido imposible». Y aventura un «incremento de las tensiones xenófobas». Al menos el boliviano Luciano volará esta semana lejos de pájaros de cuidado como José Luis y Juan, que aún no le ha pagado.




i.ibanez@diario – elcorreo.com

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