«Santa Coloma no es el Bronx»
El Periodico, 29-10-2009Cuando el martes estalló el escándalo de corrupción que se llevó por delante al alcalde de Santa Coloma, Bartomeu Muñoz, un colomense de toda la vida como el que escribe sabía lo que le esperaba. Bromas, mensajitos de móvil y el clásico latiguillo que siempre persigue a Santako, la ciudad sin ley. Maldita la gracia. No por ser repetitiva esa creencia deja de molestar. Porque para conocer la realidad de Santa Coloma de Gramenet hay que vivir en ella, cosa que el alcalde, por ejemplo, no hacía. No es la ciudad perfecta, seguro, pero tampoco es tan mala como la pintan.
El retrato de la Santa Coloma actual obliga a dividir el panorama en diferentes zonas. No es lo mismo hablar del centro que de los barrios periféricos. No tiene nada que ver la visión de un vecino de la Plaça de la Vila que la de una persona residente en el Fondo. Pero esa diversidad siempre ha sido uno de los signos de identidad de Santa Coloma, que en los años 60 y 70 fue el destino de muchos inmigrantes andaluces y extremeños. Ahora, en una población de 117.336 personas, el 33% nacieron en el resto del Estado y el 20% son extranjeros.
Comparaciones ridículas
Desde que explotó el caso de corrupción se han hecho múltiples comparaciones. Una de las más recurrentes lleva a Marbella. «Esa comparación es una burrada. Solo una calle de Marbella vale más que Santa Coloma. Hay mucho ignorante suelto. Esto es una ciudad de trabajadores», asegura el periodista Josep Tordera, que se apresura a romper otro tópico. «Esto tampoco es el Bronx. Ya está bien de esa imagen lumpen. Santa Coloma es una ciudad normal. No hay clase alta, pero sí profesionales cualificados. Aquí se vive con más seguridad que en muchas ciudades».
Raúl Tamudo, sin ir más lejos, atribuye su imagen macarra del Crackòvia a su origen colomense, ya que el excapitán del Espanyol metió sus primeros goles en las cocheras del Fondo. «Creo que todo viene de ahí, no es justo», dice.
La Santa Coloma actual cuenta con unas características intrínsecas que le causan problemas. Es un término municipal pequeño y eso supone una limitación económica. Las empresas no se instalan y la crisis causa estragos, aunque las cifras de paro (15,2%) son ligeramente inferiores a la media catalana (15,9).
Durante los últimos años, la imagen de la ciudad ha mejorado en muchos aspectos. La urbanización del río Besòs, la llegada de la línea 9 del metro, la construcción del parque Europa y otros equipamientos han dado vida a una ciudad que sigue reclamando más instalaciones deportivas y zonas verdes. «Santa Coloma tiene alma, posee un encanto especial que la hace diferente. Aquí nos conocemos todos y eso es muy bonito», explica el fotógrafo Joan Guerrero, que nació en Tarifa pero lleva 45 años en la localidad barcelonesa. «La ciudad ha cambiado para bien. El río era una cloaca y ahora es una armonía de culturas. Es el ejemplo del mestizaje humano y positivo». En sus palabras se vislumbra el sentimiento colomense, que también le lleva a expresar su alegría por la presunta implicación del alcalde en el escándalo de corrupción: «Respiré profundo cuando sentí la noticia. Ya no se podía construir más. Esto se estaba llevando demasiado lejos».
Manuel Galgo, informático y expresidente del Centre Excursionista Puig Castellar, coincide con Guerrero en las mejoras de la ciudad. «Se ha ajardinado el río y se han asfaltado muchas calles, pero falta más participación. Santa Coloma siempre ha sido luchadora y ahora las asociaciones no pintan nada».
Josep Pitarque, vecino de la ciudad y socio del Ateneu, destaca «el atractivo y el encanto» de una ciudad que ha sabido mezclarse con diferentes culturas desde los años 50. Santa Coloma siempre será una ciudad dormitorio y está obligada a convivir con la inmigración, un tema que no siempre es fácil de llevar, sobre todo en el ámbito educativo. «Los colegios son un reflejo de la sociedad y la integración es difícil. No basta con que los niños digan ‘bon dia’. Hay que ir mucho más allá», dice Juan Salmerón, director del CEIP Miguel de Unamuno desde hace 24 años.
Libros gratuitos
Salmerón sabe muy bien de lo que habla. Nadie como él conoce la realidad educativa colomense. Empezó dirigiendo un colegio de barracones en una zona conflictiva y ahora cuenta con una instalación notable. «En la época de Jordi Pujol se maltrató la enseñanza en Santa Coloma. Nos consideraban un foco rojo. No existíamos para ellos». Ahora, la situación ha mejorado. El ayuntamiento construirá tres nuevos equipamientos y ha introducido iniciativas como la gratuidad de los libros para los padres, pero queda «muchísimo» por hacer. «Nos faltan medios para atender la inmigración. En las escuelas de la perifería, en los barrios del Fondo, Raval, Santa Rosa y Safaretjos, necesitamos más dinero y profesorado. Concentramos el 90% de la inmigración y eso lo deben tener en cuenta. Esa es también la realidad actual de Santa Coloma».
El 79% de los 460 alumnos del colegio Unamuno son inmigrantes de 32 nacionalidades. Variedad de países, culturas y religiones. «Es difícil juntar magrebís, chinos, gitanos, nigerianos, ecuatorianos… Lo intentamos, pero es muy duro. Proceden de familias con muchos problemas. Cuando escuchas sus historias comprendes muchas cosas», comenta la profesora Esther, otra veterana del centro.
Ajenos a la problemática actual, varios inmigrantes se concentraban ayer en la plaza del Fondo, donde habitan cerca de 5.000 chinos, que regentan 150 negocios en este barrio. «¿Alcalde? No conozco al alcalde. Trabajo, trabajo, trabajo», decía ayer entre prisas Liu Zhao, empleada de una frutería, un ejemplo más de la realidad colomense.
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