254 inmigrantes han llegado en pateras en los dos últimos años

La mala culminación de un sueño

La Razón, 19-10-2009

Suelen arribar deshidratados, con quemaduras y, sobre todo, moralmente destruidos.

254. Ésa es la cifra de las personas que han llegado a bordo de una patera al litoral valenciano. Un dato que esconde la trágica historia de hombres, mujeres y niños que quisieron alcanzar una vida mejor arriesgando para ello su propia integridad física.
Y es que la llegada a las costas españolas de embarcaciones que transportan de manera ilegal y sin respetar ninguna norma de seguridad a personas inmigrantes se ha convertido en un fenómeno frecuente y habitual. Los itinerarios varían principalmente por razones de proximidad y por las corrientes marinas. Según la ruta seguida, cambian las embarcaciones utilizadas y la costa de llegada a España. A mayor tamaño y autonomía de navegación pueden partir de lugares más alejados y de zonas costeras nuevas, con menor control.
Tal y como explican desde Cruz Roja Alicante «llegan moralmente destruidos». Su esperanza se resquebraja al mismo tiempo que la de sus familias, las que se han endeudado vendiendo terrenos, propiedades o camellos; las que lo han dado todo en la apuesta para que su pariente llegue al ansiado viejo continente; las que a partir de ese instante se han quedado sin nada. Y ellos se sienten responsables.
Éste es uno de los motivos principales por los que la atención a los inmigrantes llegados a las costas comienza antes incluso antes de pisar tierra firme. La citada entidad acude directamente a la mar para acompañarlos desde el principio del fin de su larga travesía, un viaje que quizá comenzaron años atrás.
Cruz Roja les suministra apoyo humanitario, atención sanitaria y mediación social. Así, a pie de playa o puerto realiza una valoración médica primaria en un puesto preparado para ello, localizando a las mujeres embarazadas y menores de ocho años si los hubiese. Lo habitual son, varones jóvenes (entre 18 y 30 años), físicamente sanos y originarios de Marruecos o Argelia. Suelen llegar deshidratados, con ínfimos niveles de azúcar (el 31 por ciento con el nivel por debajo del mínimo) e incluso quemados en las ingles o la cintura por la combinación «sal + sol + combustible». 
Mientras reciben los kits de higiene (jabón, cepillo de dientes, champú…), alimentación (hipocalórica e isotónica) y abrigo para cambiar sus ropas mojadas, ellos no dejan de preguntar, desorientados, qué es lo que les va a ocurrir a partir de entonces.
Una pregunta con una compleja respuesta puesto que dependerá de multitud de variables como puede ser la edad – si son menores solos o acompañados – o de sus países de origen. Habrá que esperar la resolución.
Desde el primer momento, les acompaña un traductor. Es en él en quién más confían, con quién hablan.  Y lo hacen, en muchas ocasiones, porque ellos son también inmigrantes, incluso de sus mismos países o pueblos. Su labor es una pieza clave en este proceso que supone la mala culminación de su sueño y en la mayoría de los casos, el regreso a la vida de la que quisieron escapar.

«Datos preocupantes»
En lo que va de año, un total de once pateras han llegado a costas valencianas. Una  cifra que ya supera a las diez de 2007 y las seis de 2008. «Unos datos muy preocupantes que ni el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ni su Gobierno pueden obviar», afirma al respecto el conseller de Inmigración y Ciudadanía, Rafael Blasco.
Además, lamenta que el Ejecutivo central haya reducido en un cincuenta por ciento las ayudas destinadas a las comunidades autónomas para la acogida de inmigrantes.
Para Blasco estas reducciones presupuestarias «pueden poner en serio peligro las labores humanitarias y la cobertura de sus necesidades básicas a estas personas que se encuentran en una situación de absoluta vulnerabilidad».

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