Sulayman, el casteller

La Vanguardia, Susana Quadrado , 08-10-2009

La verdadera integración empieza por una decidida inversión pública en los barrios con más inmigrantes
No sé si se acordarán ustedes de Sulayman Bah. Su padre llegó a Catalunya en los años noventa desde Gambia para recolectar fruta en Lleida, luego trabajó como albañil en el Garraf y no tardó en traerse a la familia. Sulayman se hizo popular en 1995 cuando se convirtió, en el “enxaneta negro” de los Bordegassos de Vilanova i la Geltrú. Ese niño sirvió entonces para ilustrar aquel concepto, acuñado por Anna Cabré, del “sistema de reproducción catalán”, según el cual, de cada generación de catalanes la mitad son de producción propia y la otra de importación. Sulayman se convirtió para la clase política en símbolo de integración en la identidad catalana. Sulayman dejó la colla en el 2003. Hoy, con 20 años, es camarero de fin de semana en un bar del paseo principal de Vilanova.

Hemos querido saber qué fue de ese niño gambiano después de que el Departament d´Acció Social i Ciutadania haya decidido impulsar unos talleres de castellers para que los extranjeros conozcan la historia de los castells y su papel cultural. Podemos compartir con la consellera Carme Capdevila (ERC) la idea de que la integración implica que los recién llegados formen parte del tejido cívico catalán. ¿Pero por qué los castells y no otras actividades deportivas o talleres de lectura? Con todos los respetos, me parece ridículo.

Entiéndanme. No sólo no tengo nada contra los castells, sino que los considero una proeza humana que mide valores tan preciados como el esfuerzo y el trabajo en equipo. Tampoco dudo de que ser casteller contribuye a integrarse en un grupo, aunque ni más ni menos que participar en otras actividades de carácter social. Lo de menos es que te llames Arnau, Sulayman o Juanacho, como el conocido cap de colla de la Vella de Valls.

Mi amigo Saïd,un psicólogo catalán hijo de padres extranjeros, me dirige una sentida queja. Saïdse lamenta de las políticas de populismo ideológico mientras recuerda que la verdadera integración empieza por tener una visión abierta de la sociedad y la inmigración. Y, por supuesto, empieza por una decidida inversión pública en los barrios con más inmigrantes. Si en un barrio hay una colla castellera y este barrio es abierto y receptivo – nos dice Saïd-con toda su gente, ¡naturalmente que saldrá gente aficionada a los castells sea cual sea su color de piel y su origen!

Me pregunto si en los folletos que repartirá el Departament d´Acció Social en los cursos se explicará que, para muchos, el precursor de los castells es la moixeranga o ball de valencians,que se dejó de practicar a mediados del siglo XX. Los valencianos que viajaban a Catalunya como temporeros exportaron la actividad y así empezó a practicarse aquí, aunque evolucionó de forma distinta… Claro que ese es ya otro debate.

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