las fiestas de: mansour djité, vendedor ambulante senegalés
«Tengo papeles, pero no tengo trabajo, y sin él no puedo pagar la vivienda»
Mansour es uno de los muchos senegales que asisten al San Froilán; asegura que su gente necesita venir a Europa y descubrir con sus ojos que las advertencias no eran un engaño
La Voz de Galicia, , 08-10-2009La historia que voy a contar podría conmover más al lector de añadir gotas dramáticas que he preferido omitir. No cuesta imaginar cuántas dificultades no habrá sufrido nuestro protagonista hasta llegar a la plaza do Campo de Lugo, que es donde el destino nos ha hecho coincidir. Había concluido la entrevista a un hostelero de la zona cuando la fuerte e insistente lluvia me obligó a tomar cobijo bajo los soportales de la rúa Miño. Y allí sentado en la piedra centenaria estaba Mansour Djité, un senegalés de 35 años que llegó a España hace dos y medio.
«Para nosotros es muy importante viajar y comprobar con nuestros propios ojos lo que ocurre aquí», señala en un correctísimo español, idioma que no aprendería hasta no haber pisado tierra peninsular. Querer saber cómo llego y en qué condiciones no me sirvió de nada, a no ser para escuchar el latiguillo de: «Mis papeles están en regla», alegaba aferrándose a la bolsa de tela como el hobbit Frodo Bolsón al anillo único, bien señalado que con intenciones distintas a las que motivaban al protagonista de la novela de Tolkien.
Para Mansour, los papeles son su seguro de vida y lejos de su intención está el querer destruirlos y aumentar así los obstáculos. Porque si las dificultades son muchas para los oriundos, en el caso de los inmigrantes los problemas se apilan unos sobre otros. «Yo tengo papeles pero no tengo trabajo y sin trabajo tampoco puedo pagar una vivienda», razona el africano quién a reglón seguido lanza una llamada: «Mucha de mi gente está así y no sabe ya qué hacer. ¿Qué haces si no tienes nada?», se pregunta desplegando los brazos y abriendo la palma de las manos.
En Qatar les explican la situación económica que atraviesa España y la mayoría de los estados pertenecientes al primer mundo. Les advierten e incitan a la reflexión «pero nosotros no lo creemos, necesitamos venir aquí y asegurarnos de que es cierto lo que nos anuncian», revela con gesto de quien ya no necesitaría de esas observaciones.
Cuando llegan y se percatan del error, añade, ya es demasiado tarde y el margen de maniobra se reduce a esperar. «No puedes volver junto a tu familia sin nada; has de esperar un tiempo y tratar, mientras tanto, de reunir algún dinero», sentencia.
Casado con una zaragozana que afirma haber conocido en su país, torna la mirada y muestra seriedad al recordar a sus cuatro hijos. Ellos se quedaron en Senegal. Sin duda el mejor motivo, dice, para seguir desenvolviendo una vida honrada. «Yo no me dedico a robar ni ando con droga porque eso no es lo que quiero para mí ni para los míos; no me interesa».
Veinte euros por la pensión
Tratando de ganar algo de dinero, Mansour se trasladó a Lugo atraído por la popularidad de las fiestas de San Froilán. Es la primera vez que viene y aunque ahuyenta el desapacible día con el buen humor, no esconde que el clima de Barcelona donde reside es más propicio para él y su actividad. «Si hubiera sabido que iba a llover tanto hubiera traído paraguas en vez de cinturones», sonríe en tanto retira algunos de los bolsos que no consiguen evitar la lluvia que al fin logra empapar la manta.
Y si escurridiza es el agua y simbólica la manta, tampoco deja de ser curioso y hasta bochornoso que algunos oriundos se muestren huidizos al cruzarse con los africanos.
«Hay gente que nos tiene miedo y se aparta enseguida como si nosotros tuviéramos algo o fuésemos delincuentes», lamenta con un suspiro de amargura pese a que parezca acostumbrado. «Y no somos más que personas en busca de trabajo», añade.
Con la misma contundencia, explica que venden en la calle porque no tienen otra forma de hacerlo, ya que para ellos las oportunidades se esfuman como el viento. «Y de algo tenemos que vivir porque también necesitamos comer», arguye traspasando una vez más la coraza del papel que sujeta mis sentimientos.
(Puede haber caducado)