Una labor social conjunta
Diario de noticias de Gipuzkoa, 04-10-2009las dificultades que tenemos los migrantes comunitarios y extracomunitarios no difieren mucho de las que atraviesan los autóctonos, sobre todo en esta época de crisis. Me limitaré a resumir algunas de las muchas situaciones que vivimos a la hora de buscar pisos de alquiler.
Por lo general, cuando recién llegamos del país de origen solemos encontrar sitio en habitaciones con amigos o familias, cuando aparecen los primeros trabajos – casi siempre en negro – pasando a alquilar una habitación en donde se comparte cocina y baño junto con otros migrantes, ya sea del país o de orígenes distintos.
Cuando por fin se resuelve la situación de irregularidad, es decir, una vez obtenida la tarjeta de residencia y el permiso de trabajo, comienza la búsqueda de algún piso de alquiler para vivir con más intimidad, junto a la familia o incluso con la posibilidad de subarrendar, ya que alquilando una o dos habitaciones resulta menos costoso pagar el alquiler. En este punto, hay muchos que hacen “negocio” con sus propios paisanos. Para la persona que alquila la habitación existe siempre la dificultad de que no puede empadronarse ahí, ya que la dueña del piso sólo lo autoriza a quien legalmente adquiere el piso bajo un contrato.
Para alquilar la vivienda se pide aval bancario, fianza de dos o tres meses, en ocasiones aval personal, agregando que además debe tener su negocio o bienes en propiedad. Además, se pide nómina y otra serie de garantías, algo muy complejo y a veces hasta imposible para muchos que no cuentan con estos requisitos.
Existe también una gran dificultad para alquilar un piso porque hay colectivos mal vistos o rechazados por una parte de la sociedad. Nos hemos encontrado casos dignos de denuncia donde no quieren alquilar a “árabes”, negros o colombianos. Hay que decir que en muchas ocasiones, “pagamos justos por pecadores”, ya que esos impedimentos se basan en las malas experiencias, impagos o deterioros de vivienda que en casos puntuales se hayan podido producir, lo que dificulta aún más la posibilidad de alquiler.
Una siguiente fase llega cuando el inmigrante está ya bien asentado, tiene algún negocio propio y decide adquirir una vivienda en propiedad aquí. Hay quienes se han arriesgado a ello estos últimos años. Otros prefieren hacerlo en su país, es decir, trabajan, ahorran, piden préstamos y se meten en un piso en su lugar de origen. Se dan muchos casos de migrantes que han podido salir adelante y han podido adquirir su vivienda aquí y en su país.
No hay que olvidar nunca que también los autóctonos sufren de todas estas dificultades, sobre todo, los jóvenes, por lo que cada vez son más los que siguen conviviendo con sus padres. Y ahora son muchos también los que van a tener que vender o perder sus pisos por haberse quedado sin trabajo. A fin de cuentas la crisis nos está afectando a todos por igual, por lo que en este como en muchos otros temas hay mucha denuncia y labor social que debemos de hacer juntos migrantes y autóctonos.
* Psicóloga
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