"Los alaveses no son racistas, pero..."
Diario de noticias de Alava, , 02-10-2009A pesar de que afirman haber sufrido algún episodio de intolerancia, no lo ven generalizado y se sienten aceptados
vitoria. Dicen los estudios que la población alavesa es, en general, integradora y no tiene un mal concepto de los foráneos, aunque a veces lo escrito se lo lleva el viento y no coincide con la realidad. Sin embargo, en este caso, la población extranjera sí respalda este concepto y afirma que los autóctonos abogan por la integración, a pesar de que, como siempre, hay algunos peros .
Sobre todo, en función del país de procedencia. Y no es que los alaveses tengan más reticencia en función del lugar de nacimiento, sino que la lengua se convierte en una cuestión clave. Fundamental para la integración en la sociedad, para el aprendizaje de las normas y leyes, la comprensión de la cultura y la relación con los locales. Así, al menos lo entienden, Francisco Asong y Jacinta Lola. Ambos son de Guinea y tuvieron que hacer un esfuerzo por dominar una lengua desconocida para ellos. Ahora, tras ocho y once años en la ciudad respectivamente, afirman que “los alaveses se comportan bien pero no nos tratan siempre por igual”, afirman. Y, por ello, sólo piden a los ciudadanos que no tengan prejuicios. “Nos tienen que conocer porque hay de todo en todos los sitios y lo mío no puede ser juzgado por lo que han hecho otros”, explican.
Claro que también asumen que los inmigrantes tienen que hacer sus deberes porque la tolerancia es cosa de dos. “Debemos cumplir las normas que dicta la sociedad. Estamos para integrarnos”, concluyen a la vez que expresan su deseo para estas navidades. “Que cambie la Ley de Extranjería para que podamos ayudar a nuestras familias”.
El idioma también fue un problema para Ali Shalem, un saharaui que lleva nueve años en España, de los cuales ha pasado los últimos cinco en Vitoria. Claro que nadie lo pensaría al oírle hablar ahora. De hecho, sus poesías son un referente para sus compatriotas que entienden a través de su lírica, los sentimientos de nostalgia de su pueblo. “Vitoria es una ciudad cosmopolita y, a modo general, pienso que integra bien, sobre todo, cuando eres capaz de entender a la sociedad. Aunque siempre hay personas que tienen miedo y rechazan lo ajeno. Por eso, no te puedes quedar inmóvil cuando llegas y hay que aprender la lengua”, anima. Y a pesar de que él la domina, ya está acostumbrado a que al entrar a un bar donde no le conocen, “me miren con curiosidad y recelo hasta ver cómo me comporto, pido el café y leo el periódico”.
También considera que habría que cambiar el concepto social que señala al colectivo inmigrante como aprovechado de las ayudas. “Existe una percepción errónea de que se protege demasiado, cuando hay necesidades reales”, explica. Así que considera que la coordinación es “un buen punto de partida para inmigrantes y sociedad” en busca de una mejor convivencia.
Sin seguro El hecho de que existan un lenguaje común y una cultura con puntos coincidentes no evita que los latinoamericanos también se enfrenten a otros problemas. Mireya Perea, colombiana refugiada en Vitoria desde hace 11 años, asume que las relaciones son cordiales ya que, a su juicio, “la discriminación se da más por la división de clases sociales. Si eres pobre y pides ayudas, ahí ya empiezan a mirarte mal”, explica. “En general, la gente ve quiénes somos y qué venimos a hacer. Es muy receptiva, pero no falta una mosca entre la leche que se siente agredido”, asume.
Claudia Cáceres también es colombiana y se casó con un alavés por lo que ya tenía una red social cuando llego aquí. “A mí todo me ha ido muy bien. Soy afortunada, aunque al principio también había quien pensaba que venía a quitarle el dinero a mi marido y dejarle. Y, ya ves, llevamos siete años casados”, sonríe mientras lamenta que la crisis “se enfoque a la inmigración mientras que antes, cuando aportábamos a esta sociedad, nadie decía nada”.
Y para que se produzca un acercamiento entiende que debe haber un doble esfuerzo. “Que las instituciones trabajen más para quitar tópicos y difundir mejor información y que el inmigrante entienda que está fuera y que, sin olvidar sus raíces, debe adaptarlas aquí y contribuir al desarrollo”.
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