Ecuatorianos subsisten transportando cargas
El Universo, 28-09-2009Sábado, diez de la mañana. El local de Ikea, una empresa multinacional sueca especializada en la venta de muebles, abre sus puertas. A esa hora, unos quince ecuatorianos miran expectantes el ritual, como lo hacen cada día desde que el fantasma del desempleo se cruzó por su camino.
Pero no son solo quince, porque más tarde llegarán otros veinte. En total, suman 35, y su presencia tiene por objeto “hacer una carrera” y ganar algo de dinero para subsistir.
Ikea es una mueblería donde la gente compra de manera masiva. El asunto es que el cliente, una vez que ha decidido lo que quiere, debe ir a la bodega a retirar el producto y transportarlo a casa por cuenta propia. Y allí están los ecuatorianos, prestos a brindar ese servicio a los que no tienen carro.
“Mire, se lo llevo barato”, dice uno, mientras los otros se pasean por la acera entregando al público pequeñas tarjetas personales, en el que consta su nombre de pila, el número de celular y su especialidad: transporte, mudanzas, montaje y desmontaje de muebles, pintura, electricidad y obras de albañilería.
“Casi todos trabajábamos en la construcción, pero con la crisis se pararon casi todas las obras”, explica Francisco Vera, un portovejense que desde hace ocho meses para en las afueras de la mueblería.
“He trabajado de todo y en los últimos tiempos laboraba como operario de rampa en el aeropuerto de Barcelona. Pero se acabó el contrato y ahora me gano la vida de esta manera”, dice Vera, que reside en Barcelona desde hace diez años, y que actualmente paga una hipoteca y debe mantener a su mujer y tres hijos, uno de los cuales se encuentra en Ecuador.
Washington Briones también nació en Portoviejo y hasta hace un par de meses laboraba por cuenta propia, soldando y haciendo ventanas de aluminio. Pero con la caída de la construcción, dejaron de llegarle contratos, se quedó sin trabajo, pero con la obligación de pagar dos hipotecas y velar por los intereses de su esposa y dos hijos.
Entonces, Briones se unió al grupo de los fletes en las afueras de Ikea, como también lo hizo Freddy Cevallos Meza, quien vino a España hace dos años, reagrupado por su esposa.
Cevallos, que tiene 52 años y laboró casi toda su vida en el puerto de su Manta natal, pensó que en Barcelona podría labrarse un camino sin mayores inconvenientes. Sin embargo, ha tenido que rebuscarse la vida. “No entiendo cómo a los reagrupados nos dan un permiso de residencia, pero no podemos trabajar”, comenta.
“Aquí no ganamos mucho, pero al menos sacamos para las habichuelas”, dice Cevallos, tras enfatizar que el trabajo en las afueras de la mueblería es muy duro. “Hay que esforzarse mucho para poder conseguir carreras.
Estamos aquí de lunes a sábado, desde las 09:00 hasta las 22:00”.
Ecuatorianos que paran ahí aseguran que es muy difícil ganarse la vida de esta manera, ya que deben soportar muchos inconvenientes, incluso el rechazo de la misma Ikea. “No podemos entrar (a la mueblería) ni para utilizar el baño. No nos quieren ni como clientes”.
Otro explica que muchas veces son molestados por la Guardia Urbana, ya que es prohibido cargar un vehículo en la avenida. Pero lo tienen que hacer, porque Ikea no les permite utilizar el estacionamiento. “Por suerte, la Guardia Urbana ya no viene tanto. Parece que se han dado cuenta que necesitamos trabajar”.
Pero han tenido más problemas para establecerse en el lugar. Algunos de ellos llegaron a los golpes disputándose el privilegio por hacer los fletes.
Pero, según comentan, han podido organizarse creando un sistema de turnos.
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