DV. La Inspección educativa detectó el pasado curso un total de 2.337 alumnos con más de un 20% de faltas al colegio sin justificar en la enseñanza obligatoria, el límite desde el que se considera absentismo escolar. Cerca de un millar de estos menores, de entre 6 y 16 años, son casos graves: mantienen las ausencias durante todo el curso sin que las medidas que adopta el Gobierno Vasco surtan efecto. Doscientos chavales prácticamente no pisaron las aulas o ni siquiera estaban matriculados.

En concreto, durante el pasado curso hubo 45 escolares más respecto al anterior que superaron la media de cuatro ausencias al mes sin justificar, lo que supone un incremento del 2%. Los inspectores han comprobado también un repunte del absentismo grave, de niños y adolescentes que dejan de ir al colegio más del 75% de las jornadas lectivas. La consejería achaca una parte de este aumento a que se han multiplicado las familias inmigrantes que se llevan a sus hijos del colegio durante largos períodos de tiempo para viajar a sus países de origen.
Aunque el absentismo escolar sólo afecta al 1,3% de los alumnos vascos, la investigación revela la preocupación de las autoridades educativas y apunta que hay que revisar las intervenciones puestas en marcha para frenar las faltas a clase y comprobar si son eficaces. «Si no logran eliminar el problema habría que iniciar nuevas alternativas», indican los inspectores. Advierten de que a estos jóvenes les espera un futuro «de exclusión social».
La mayoría de los chavales que hacen novillos de forma reiterada son estudiantes de Secundaria, de entre 12 y 16 años. Una gran parte de las faltas a clase se concentran en la comunidad gitana, en las familias inmigrantes y hogares desfavorecidos. Los centros públicos registran más casos que los concertados y privados, ya que estas escuelas e institutos acojen a la mayoría de esos colectivos. Álava es el territorio con niveles más altos de absentismo, tanto en Primaria como en Secundaria.
Se corrige la mitad
El Departamento de Educación junto con diputaciones y ayuntamientos han tejido una fuerte red de control para detectar a los chavales que hacen ‘pira’ y tratar de devolverlos a las aulas. La intervención de monitores de calle, trabajadores sociales y mediadores familiares permiten que casi un 50% de los casos de absentismo logren ser corregidos a lo largo del curso. Sin embargo, cuando las medidas educativas fallan, la Inspección envía los expedientes a las instituciones para que tomen medidas. El último paso es dar parte a la Fiscalía de Menores.
Durante el pasado curso, la consejería derivó ochocientos expedientes de niños que no acudían a clase a los servicios sociales municipales o forales. Setenta familias vascas acabaron ante la Fiscalía por no llevar a sus hijos al colegio. Lo primero que hace el ministerio público es enviar una advertencia a los padres y un oficio a los colegios para que hagan el seguimiento al menor. Si el pequeño no vuelve a las aulas, los progenitores pueden ser denunciados y juzgados por abandono familiar.
El problema no parece fácil de resolver. Desde que comenzó el control por parte de Educación en 2003, casi se han duplicado las cifras. El incremento se debe principalmente a que cada vez más colegios controlan las asistencias e informan al Gobierno Vasco de las faltas. Aún así, desde hace un par de cursos la práctica totalidad de las escuelas e institutos de Euskadi remiten los datos a la consejería y la lista negra continúa creciendo.
El informe de la Inspección vasca propone tomar nuevas iniciativas contra el absentismo en los centros de enseñanza. Entre ellas, apuesta por poner en marcha campañas de concienciación en los medios de comunicación dirigidas a los padres, mantener reuniones con colectivos gitanos e inmigrantes y reforzar los contactos con la Fiscalía de Menores. También aboga por coordinar las acciones entre las tres diputaciones, los ayuntamientos, y las delegaciones territoriales de Educación .