El antiguo oficio de Fabiana
Diario de noticias de Gipuzkoa, 20-09-2009fabiana ha dejado de creer en los hombres, y menos aún en el matrimonio. Sonríe al confesarlo, pero no bromea lo más mínimo. La mayor parte de los clientes con quienes comparte lecho acuden al piso luciendo alianza. “Casi todos están casados, ni siquiera se quitan el anillo, es algo que sorprende. ¿Cómo fiarte de ellos?”, confiesa esta brasileña de 27 años de rostro aniñado que ejerce la prostitución desde hace tan sólo cuatro meses. Tiempo suficiente para descubrir la hipocresía social que rodea a un sector colocado estos días en el epicentro de la polémica.
Una fotos denigrantes publicadas hace dos semanas en las que se mostraban escenas de sexo explícito en pleno centro de Barcelona han reavivado la recurrente discusión en torno a la regulación en este sector.
Hay quien opina, como June Fernández, integrante de SOS Racismo, que el debate abolición versus regulación ha sido superado por la realidad social. El 90% de las 700 personas trabajadoras del sexo que ejercen en Gipuzkoa son inmigrantes ilegales con las puertas cerradas a cualquier posibilidad de poner en orden su situación administrativa.
Fabiana es una de ellas. La entrevista tiene lugar en un céntrico bar de Donostia, en un ambiente presidido por la discreción. “Nunca se sabe si acecha la policía. Vivir sin papeles es un sinvivir”, dice ella, con el miedo metido en el cuerpo. La mami , como llaman las meretrices a las administradoras de los pisos, le ha dado permiso de una hora para salir a la calle. El resto del día lo pasa en el piso. Es la consigna de los 55 pisos que acogen esta actividad en el territorio. Las condiciones en las que discurren las vidas de estas mujeres son pésimas, aunque ellas las acepten voluntariamente.
El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, opinaba esta semana que “la degradación” que supone la prostitución hace que, desde una cierta perspectiva, sea un oficio que “casi debería ser prohibido”.
nuevo fenómeno
La expansión
Pero lejos de ello, el oficio no deja de crecer. Gipuzkoa registra en el último año un fenómeno desconocido, como es la expansión del sector hacia el interior del territorio. La mayor parte de estos pisos se concentraban hasta ahora entre Donostia e Irun, pero comienzan a abrirse ahora en el Goierri, Urnieta y también en algunas zonas costeras. Detrás de estos locales hay trabajadoras del sexo que llevan años de profesión y que, con cierta estabilidad, han decidido abrir su propio negocio.
Fabiana, que tiene formación de Grado Superior, es una mujer encantadora con un rostro delicadísimo que acaba por encandilar a los clientes. “Las cosas estaban mal y tuve que introducirme en este mundo. No creo que nadie esté aquí por gusto. Se puede decir que acabo de empezar, y ahora lo voy entendiendo como un trabajo porque la verdad es que el inicio fue muy complicado”, asegura la joven mientras sorbe una Coca – Cola.
Su debut profesional en Suiza fue más complicado de lo previsto debido a un cliente que se enamoró de ella hasta perder la cabeza. Del país helvético dio el salto a Murcia, y de ahí a Donostia, donde ya ha trabajado en dos locales. Sabe que si se queda mucho tiempo en el mismo lugar, el cliente se acostumbra y pierde el interés por las chicas. En otras palabras, acaba perdiendo dinero. “Aproximadamente el tiempo de estancia es de un mes en cada piso, aunque con la crisis la movilidad se ha disparado”, asegura Asier Lekuona, miembro de la Asociación Ciudadana Anti – Sida de Gipuzkoa, Acasgi.
En Gipuzkoa el precio mínimo por servicio sigue establecido en 30 euros, aunque el pase – encuentro con un cliente – en la casa donde trabaja Fabiana está fijado en 70 euros. A la joven no le falta trabajo. Tiene muchos clientes fijos con los que puede solventar sin problemas la crisis actual. La remuneración que obtiene de otras visitas más o menos esporádicas le sirve para sus gastos extra. “Al cabo del día puedo estar hasta con seis o siete clientes. Casi siempre vienen a la hora de comer, el momento del día en el que más disimulado queda. Como trabajan fuera y se supone que se quedan a comer por ahí, aprovechan el momento para contratar el servicio sin levantar las sospechas en la familia”, explica Fabiana.
cuidado escrupuloso
Sexo oral sin condón
La joven se ha dado el plazo de un año para dejar este mundo, una propuesta incumplida por casi todas. Resulta complicado dejar este negocio a corto plazo. En un mes llega a ganar unos 7.000 euros, un dinero que ella mira con una conciencia ahorradora que se diluye en la medida que transcurre el tiempo. “Hay chicas que ganan un dineral pero no ahorran nada. Es fácil acostumbrarse a un nivel elevadísimo de vida sabiendo que al mes siguiente vas a tener delante otros 7.000 euros. Se entra en un dinámica que siempre te lleva a más, por eso es tan complicado abandonarlo”, observa Lekuona.
Fabiana es una de las 200 mujeres que acude con asiduidad a la consulta de Infecciones de Transmisión Sexual de Osakidetza en Donostia. Muestra su brazo, teñido por el moratón de un pinchazo reciente de las pruebas sanitarias a las que se somete. “Me gusta cuidarme mucho. Siempre utilizo el condón en mi trabajo, aunque hay muchos clientes que piden hacerlo sin él y hay que ser precavidos”, asegura.
El sexo oral es otra cosa. Sólo la mitad de las mujeres trabajadoras del sexo usan el preservativo en este tipo de relaciones. Y no se puede decir que sea por ellas. De hecho, hay casas de citas en las que no se aceptan a chicas que se nieguen a estas prácticas sin condón.
La familia de Fabiana no tiene ni idea de cómo se gana el sustento. Les dice que trabaja de camarera, de cualquier trabajo que pueda resultar creíble. “No tienen ni idea, no lo aceptarían”, asegura la joven, introducida en el mundo de la prostitución de la mano de una prima.
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