Seis marroquís afrontan un juicio acusados de «atentar contra la religión» por romper el ayuno sagrado

El Periodico, 19-09-2009

Sentada en el sofá de un apartamento de Casablanca donde encontró refugio, Ibtissar Lachgar está desconcertada. Junto a su amiga periodista, Zineb El Rhazoui, hizo un llamamiento a través de Facebook para romper el ayuno antes de la puesta del sol como acto de protesta contra el artículo 222, que condena con pena de cárcel y una multa a los marroquís que se resisten a la práctica del Ramadán. Lo que no podía imaginar Lachgar, psicóloga, es que iba a ser convocada por la policía judicial, que su iniciativa iba a generar un debate nacional y que provocaría un enfado capital que llegaría hasta los pasillos del Palacio Real.
La cita se organizó el pasado domingo en la estación de tren de Mohamedia, a pocos kilómetros de Casablanca. El desafío a la tradición consiste en encender un cigarrillo y pegar más de un mordisco al pecaminoso bocadillo. «No estamos contra el Ramadán, sino contra el código penal que castiga con seis meses de cárcel y una multa de 120 euros a los musulmanes que comen en público», manifestó indignada Zineb, que desde entonces ha visto como su foto –en la que aparece con chaqueta vaquera, pantalón ajustado, y unas enormes gafas de sol– es portada de periódicos árabes y francófonos.
La psicóloga se echa las manos a la cabeza cuando recuerda el estado policial y militar que se levantó en el pleno corazón de la estación para reprimir cualquier acto de haram, pecado en árabe. El grupo apenas lo formaron seis personas, ya que el resto fue desconvocado allí mismo vía SMS por las propias organizadoras, ante el intimidante dispositivo de seguridad.
La revolucionaria quedada encontró muchas dificultades para sortear al centenar de agentes, que daban muestras de gran tensión y nerviosismo. Nadie se atrevió a sacar el bocadillo en plena luz del día. «¡Quien atente contra la religión islámica está enfermo!», dijo uno de los jefes del dispositivo policial.
«Somos marroquís aunque no ayunemos y no por ello debemos ser castigados o linchados por nuestros propios hermanos», comentó otro de los convocados, Abderrahim Muktafi, estudiante de Filosofía. Como él, los profanos del Ramadán deben comer, beber o fumar a escondidas, no tanto por el miedo a la ley que los penaliza sino por temor al qué dirán.
Nuevas reuniones
La convocatoria hubiera pinchado si no hubiera sido por la posterior reunión que ese mismo día mantuvieron los jóvenes en la casa de la periodista. Allí el Ramadán, uno de los cinco pilares más importantes del Islam, se derrumbó.
Una mesa inundada de cigarros, manzanas, zumos y pastas encarnó la reivindicación colectiva, y alrededor de ella se cocinaron, en nombre del recién creado MALI (Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales), nuevas reuniones para los próximos días pero esta vez a favor del laicismo y la separación de Estado y religión. Claro que para eso tendrán que esperar que amaine a tormenta y terminen los interrogatorios a los que están siendo sometidos.
El grupo se prepara para un juicio «por atentado público contra la religión», según un comunicado del consejo provincial de ulemas de Mohamedia, que consideró la actividad un «desafío a las enseñanzas de Dios y el profeta». La Asociación marroquí de los Derechos Humanos (AMDH), a la espera de que se conozca la fecha del juicio, llama a «cesar la caza de brujas».

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