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«Que no ha venido a verte ni tu madre»
'Caso Palomino'. Durante la segunda jornada del tenso juicio, amigos del apuñalado aseguraron que no llevaban armas, y que el ex militar les gritó: «Os voy a matar a todos»
El Mundo, , 17-09-2009QUICO ALSEDO
Dos policías le tomaron de los hombros. El presunto homicida se levantó, esposado. Le mostraron el camino, por el pasillo policial; la vista había terminado. Como siempre, él levantó mucho la cabeza y miró de reojo a la concurrencia: los familiares y amigos del joven al que apuñaló hace dos años. Del gentío, pura tensión, salió una sola frase como un latigazo. No se sabe quién lo dijo, pudo ser cualquiera: «Que no ha venido a verte ni tu madre».
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Y, efectivamente, parecía que todos los asientos del público estuvieran ocupados, metafóricamente, por Carlos Palomino. A bote pronto, ni rastro en ellos de Josué E. de la H.
Sucedió, ayer, en la segunda sesión del juicio por la muerte del joven antifascista aquel 11 de noviembre de 2007. Una sesión que sirvió para que varios amigos de Palomino, dos vigilantes jurados y un inspector pusieran más difícil la coartada de legítima defensa y miedo insuperable en que pretende ampararse el ex militar que apuñaló al antifascista en el corazón, en aquel vagón de la línea 3 de Metro.
Los amigos de Palomino declararon en bloque que no llevaban ni el puño americano ni la navaja con que el presunto homicida asegura que le amenazaron, y los vigilantes corroboraron que no vieron nada de esto, excepto el que explicó que después, en el tumulto, cuando intentaba ayudar a Palomino, un amigo de éste intentó impedírselo mostrándole «una hoja de un filo».
Los guardias jurados también aseguraron que los jóvenes no iban provocando, ni insultando, ni coreando cánticos ni mostrando banderas mientras permanecieron en los andenes de la estación. Josué E. de la H. ha declarado que le hostigaban desde antes de entrar al vagón, y necesitaba ese tumulto para justificar el «miedo» que le hizo sacar una navaja mientras el convoy entraba en la estación, antes incluso de que se abrieran las puertas del tren.
El inspector llegó a declarar incluso que nada le hizo temer ningún altercado, por más que en los andenes hubiera en ese momento entre 100 y 150 personas, como han atestiguado varias personas. ¿Se trataba de un ejército de antifascistas «con crestas», como intentó probar el abogado del presunto homicida para acreditar los temores de su defendido? «No», respondió sencillamente el inspector de los vigilantes.
Otra de las bazas de la defensa era probar que «aproximadamente 50 jóvenes ultras» se habrían arremolinado en prácticamente una puerta, tras la que justo esperaba Josué E. de la H., que ya había sacado una navaja que mantenía semiescondida a su espalda semiescondida porque los antifascistas que entraban y la veían se daban codazos entre ellos.
Pero tampoco eso se sostuvo ayer, toda vez que los guardias no admitieron que hubiera un tumulto especial en aquella zona, aunque uno de los amigos de Palomino sí admitió que vio movimiento antes de entrar al vagón y fue «hacia allá».
La defensa del ex militar invirtió mucho esfuerzo en intentar probar la peligrosidad del colectivo de Palomino, en vano. Preguntó por «bates de béisbol», «navajas», por «bengalas» incluso, causando una salva de carcajadas en la sala. Sólo consiguió que los chavales repitieran una y otra vez, con indisimulada candidez, que las únicas armas en su poder eran unos silbatos con los que pretendían acallar los gritos xenófobos de Democracia Nacional en la contramanifestación a la que iban.
También inquirió una y otra vez por el pedigrí ultra de la sudadera que llevaba Josué E. de la H., que todos los antifascistas aseguran es un «símbolo nazi». ¿Y por qué sabe usted que es nazi? «Y yo que sé por qué, pero la llevan los nazis», dijo uno. «En Alcalá hay muchos y la llevan», dijo otro. «Se vende en una tienda que sólo vende cosas de ultraderecha», explicó otro.
Casi todos coincidieron en que Palomino apenas dirigió una frase, o ninguna, a su ejecutor antes del apuñalamiento mortal. El abogado de la madre de Palomino preguntó a prácticamente todos los testigos si el joven pudo defenderse o si hizo al menos amago. Todos coincidieron en que el menor no tuvo opción, pero no era necesario: el vídeo, en el que se ve cómo Palomino apenas le toca el pecho a Josué E. de la H. y éste le apuñala sin mediar palabra, habla por sí mismo.
Una amiga de Palomino narró cómo entró en el vagón y, al ver la navaja a la espalda del ex militar y a su amigo dirigiéndose hacia él, le gritó: «Cuidado». Pero «la navaja estaba ya en el aire» y aterrizó en el corazón de Carlos, quien, según varios testimonios ayer, caminó apenas 30 metros por el andén gritando «me ha pinchado, me ha pinchado» antes de desplomarse y prácticamente desangrarse en el acto.
Varios de los jóvenes declararon cómo el presunto homicida gritaba «voy a mataros a todos» desde dentro del vagón. Los testimonios seguirán mañana, y el lunes llegará el momento culminante: el visionado del vídeo.
Una navaja y un dragón tatuado en la cabeza
>El único clavo ardiendo para la defensa ayer fue la declaración de uno de los vigilantes, que aseguró que, cuando iba a asistir a Palomino, un rapado «con un dragón tatuado en la cabeza, desde la frente a la nuca», se lo impidió y le arreó un codazo.
>El vigilante no sólo declaró que el joven, «que no sé de qué bando era», le golpeó con un codo, sino también que alguien le exhibió «el filo de una hoja». Sería la única navaja, aparte de la del presunto homicida, vista en el lugar. El vigilante, sin embargo, no denunció el hecho.
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