«Se puede vivir con muy poco»
El Mundo, , 08-09-2009Cooperación. Los jóvenes de ‘Madrid Rumbo al Sur’ afrontan sus últimos días de expedición en Marruecos conociendo proyectos de ayuda. Los chavales afirman que no quieren regresar Tetuán
A Ana, 16 años, pelo recogido en pequeñas trenzas, le dolían los pies. Tenía sed, hambre, cansancio. Que le obligaran, sin embargo, a subir a una ‘pick – up’ para culminar la excursión por el circo de Jaffar, en pleno Atlas marroquí, a 2.200 metros de altura, y tras 14 kilómetros andando, era para ella un deshonor. «Tengo que acabar», decía con la voz entrecortada a menos de un kilómetro de la ‘meta’, cuando el camino era más pronunciado. Como Ana, los cien jóvenes madrileños de la expedición de Madrid Rumbo al Sur, el viaje – aventura – cooperación financiado por la Comunidad de Madrid, han aprendido a sufrir, a compartir, a conocer otra cultura, a valorar las cosas realmente básicas.
«Nosotros tenemos muchísimas comodidades en nuestras casas. Ahora sabemos que se puede vivir con poco. Hemos visto niños que no tenían casi nada, a veces ni agua, y aún así estaban siempre sonriendo», explica Mercedes, una de las expedicionarias. «Ahora valoro mucho más las cosas básicas, daré importancia a las cosas que de verdad las tengan», añade Marina. «Se ha hecho duro, pero ha merecido la pena», dice la chica que, tras pasar sed en varias ocasiones, sabe ahora que desperdiciar un centímetro de agua es un sacrilegio.
Acompañados desde el viernes por el viceconsejero y el director general de Inmigración y Cooperación, Gabriel Fernández y Percival Manglano, los expedicionarios afrontan sus últimos días de viaje – llevan 18 – visitando 17 de los 31 proyectos de ayuda al desarrollo del Gobierno regional en Marruecos, en los que desde 2004 ha invertido 5.259.000 euros.
Atrás dejan el frío nocturno del lago de Isli, paraje casi lunar, las humildes gentes de Tattouine, donde los chavales arreglaron una presa, la árida y rocosa belleza del valle del Draa, las abruptas montañas de las gargantas del Todra, que dejaron a todos boquiabiertos, las pinturas del Neolítico cerca de Tata, las potentes olas de las playas de Sidi – Ifni, el ataque a naranjazo limpio en la plaza de Marrakech, las inquebrantables sonrisas de los niños pobres de Al Jadida, la locura de la laberíntica medina de Fez y las impresionantes ruinas romanas de Volubilis.
Hasta ayer llevaban 5.250 kilómetros, donde han combinado largas marchas con interminables trayectos en autobús, en los que dormían apoyados encima de otros, tirados en el pasillo. Cualquier sitio era bueno para atrapar un pelín de sueño. Los días amanecían pronto, a las 5.30 o 6.30 de la mañana, con 30 minutos de carrera y flexiones, y proseguían con charlas y talleres de historia, arqueología, música, astronomía, cooperación o cuaderno de viaje.
En los últimos días, los expedicionarios han conocido el trabajo de cooperación en la zona, con ONG como Assana, Paideia o Codespa, que trabajan en favor de los derechos de los niños sin recursos y de mujeres maltratadas y analfabetas. «Se hace visible así el esfuerzo de los madrileños en sacar de la marginalidad a miles de personas y permitir que jóvenes marroquíes tengan un futuro en su país y no se vean obligados a abandonarlo», subraya el viceconsejero, que junto al director general no han dudado en dormir en sacos donde pillase esa noche. «No quiero volver, me quedaría un mes más aquí», dice Marcos, otro de los expedicionarios, sentimiento compartido por muchos de sus compañeros. Los vínculos del grupo se han fortalecido a base de compartir sufrimientos, suciedades, cagaleras y alegrías. De aquí saldrán amigos para siempre. «Los chavales han aprendido muchísimo más sobre ellos mismo, han conocido África de manera real y gente verdadera, que da la vida por ayudar a los demás, gente que lleva 40 años ayudando», concluye Telmo Aldaz De la Quadra – Salcedo, líder de la expedición, que tiene su continuidad garantizada.
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