EDITORIAL: 'Barcelona y la prostitución callejera'

El Periodico, 07-09-2009

Las autoridades municipales de Barcelona parecen dispuestas a afrontar finalmente un problema que lleva largo tiempo enquistado en varias zonas de la ciudad, la prostitución callejera, que esta semana ha sacudido especialmente a los ciudadanos al difundirse imágenes de prácticas sexuales al aire libre junto a la Boqueria. La toma de la calle por este tipo de prostitución tiene muchas veces el complemento del acoso y robo a personas que pasean por la Rambla y su entorno. Una situación absolutamente impropia de una ciudad como Barcelona y su avenida más emblemática, lo que ha merecido la atención y la dura crítica de la prensa internacional: «Calle de la vergüenza», ha escrito The Times.
Este lamentable cuadro de meretrices practicando su oficio en plena calle se ha fraguado a partir de varios ingredientes. De entrada, el ejercicio de la prostitución no es legal, pero tampoco ilegal, y esa zona de indefinición facilita la existencia de mafias de proxenetismo, cuyas víctimas en muchos casos son aún más dependientes por ser inmigrantes en situación irregular. La crisis económica ha empujado a muchas chicas de países tercermundistas a la prostitución, y la saturación del mercado ha hecho bajar los precios y aumentado la sordidez de las condiciones en que se lleva a cabo la relación con los clientes.
Los clientes son, en todo caso, la parte angular del problema, porque es una obviedad que, en la medida que es una actividad con contraprestación económica que se rige por la ley de la oferta y la demanda, si hay prostitutas es porque hay quien acude a ellas. La prueba de eso –y de que la prostitución callejera no es un problema solo de Barcelona– es que hay profesionales del sexo a la vista de todos en toda Catalunya.
La ofensiva que anuncia el alcalde Hereu para sacar la prostitución de la calle pasa por la acción combinada de la Guardia Urbana y los otros cuerpos policiales. Es un plan que llega con retraso y cuya eficacia habrá que medir con perspectiva, dados los precedentes de que la presión policial ha desplazado de lugar, pero no eliminado, anteriores asentamientos de prostitución. A nivel inmediato, con poner fin al penoso espectáculo del Raval se daría satisfacción a los vecinos y comerciantes que sufren a diario el problema. Pero convendría que se abordase seriamente la posibilidad de regular el ejercicio de la prostitución, la única vía realista de encarar un fenómeno que es utópico pretender erradicar.

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