La atención a los pobres

La Verdad, JOSÉ CERVANTES GABARRÓN, 06-09-2009

El domingo anterior planteaba la carta de Santiago en qué consiste la verdadera religión y concluía que, frente a una religiosidad inoperante y muerta, la religión auténtica consiste en la escucha de la palabra de Dios y en la atención a los huérfanos y a las viudas, los cuales eran prototipo, desde el Antiguo Testamento, de todos los marginados e indefensos (cf. Sant 1, 27). Estrechamente vinculado a estos sectores más pobres de la sociedad antigua aparece también la figura del inmigrante, particularmente en las tradiciones del Deuteronomio. Éste ocupa un puesto primordial en el desarrollo de las legislaciones bíblicas, en las cuales se alcanza el reconocimiento de todos sus derechos en régimen de igualdad con los nativos de un lugar. Sin embargo, en nuestras sociedades modernas de los países del bienestar social y del desarrollo macroeconómico los inmigrantes representan uno de los sectores más pobres, desprotegidos y marginados. Por eso ellos son los que salen peor parados en la actual crisis económica mundial.

El fragmento dominical de la Carta de Santiago en la iglesia católica continúa afrontando la cuestión de la pobreza y muestra que la fe en Jesucristo lleva consigo una indiscutible opción personal a favor de los pobres. Santiago vapulea con vehemencia a los creyentes y entra en el problema de las relaciones humanas y sociales marcadas por los favoritismos. Con un ejemplo típico (Sant 2,2 – 4) describe una situación muy concreta de la vida para criticar el comportamiento habitual: la atención preferente a los ricos y el menosprecio de los pobres. El autor es tajante en esta cuestión: la acepción de personas en virtud de su riqueza económica es incompatible con la fe en Cristo. La exhortación se convierte en una apelación de carácter teológico (Sant 2,5 – 7): ¿No eligió Dios a los pobres según el mundo, para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino?…, y en una constatación crítica: ¡Pero vosotros, menospreciáis al pobre! Esta antítesis contrapone el valor que el pobre tiene ante Dios y la minusvaloración de que es objeto por parte de los creyentes. El favoritismo es pecado porque va contra el mandamiento principal de amor al prójimo (Prov 14,21) y constituye una trasgresión de la ley de Dios.

Por su parte el Evangelio de Marcos relata la curación del sordomudo en la Decápolis (Mc 7,31 – 37), es decir, fuera de los límites de la Palestina judía en la época de Jesús. Con ello se destaca una vez más en el evangelio la ruptura de fronteras nacionales por parte de Jesús para hacer presente la cercanía del Reino de Dios a través de los milagros así como la función mediadora de quienes ponen ante Jesús los problemas acuciantes de todo ser humano necesitado de salvación. El contacto con Jesús abre el oído de los sordos, capacita la expresión de los sin voz, suscita la palabra correcta y otorga la plena libertad a las personas, porque en él empieza una nueva humanidad, ante la cual surge unas palabras finales de admiración paralelas a las del libro del Génesis tras el relato primero de la creación del ser humano: ¡Qué bien lo ha hecho todo! Los fenómenos sociales de la inmigración y de la marginación deben ser reconsiderados desde los principios bíblicos que sostienen las culturas de origen cristiano y deben ocupar la atención preferente de todas las instancias sociales, políticas, empresariales, educativas y eclesiales en nuestros países. En la fe cristiana no es compatible con la autenticidad religiosa ni el menosprecio de los pobres, ni el favoritismo hacia los ricos. La salvación de Jesús ha roto todas las fronteras y la comunidad eclesial debe ser mediadora del encuentro liberador de los pobres, inmigrantes y marginados con Jesús.

José Cervantes Gabarrón

es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura

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