Así son los nuevos «reyes» de la calle

La Razón, 06-09-2009

Los Dominican Don’t Play, con más de 540 miembros, se han impuesto a las otras bandas
 

MADRID – Una banda latina intentó hace tiempo sumar más calles a su imperio imaginario. Eran violentos, numerosos y pensaron que sería fácil expandir su territorio de poder. El barrio escogido para colonizar fue uno de Vallecas, pero lo que no tuvieron en cuenta estos pandilleros era que por ese asfalto se movían una gran cantidad de gitanos.
Cuando los autóctonos oyeron el rumor de que unos sudamericanos querían imponer sus normas en el barrio, no sólo no se achantaron, sino que se sentaron para verles venir. «Aquí les esperamos», dijeron.
 Por supuesto, la banda en cuestión no logró hacerse con las calles  y los pandilleros se replegaron ante la fuerza y resistencia de los gitanos. Esta anécdota ilustra para los especialistas en bandas latinas el comportamiento de estos grupos violentos.
La moraleja de esta historia real es que ese desencuentro puntual se zanjó sin odios que hayan perdurado en el tiempo. Es decir, no se convirtieron en enemigos acérrimos ni se juraron una venganza que haya traspasado las fronteras de Vallecas.
Si este rifirrafe hubiese sido entre dos bandas rivales, las reyertas, las amenazas y las páginas de sucesos, quizás, hubieran dado cuenta de ello. Pero no se puede odiar a alguien que no sigue tus mismas reglas porque, sencillamente, no se juega al mismo juego.
Ahora mismo, los «reyes» de la calle son los Dominican Don’t Play. No tuvieron que destronar a los Latin Kings ni a los Ñetas; de eso se ocupó la Policía y las desavenencias con sus anteriores «jefes».
Porque los «Con los dominicanos no se juega», que es como ellos traducen su nombre, son ex  «Latins», ex Ñetas y ex cualquier  otro grupo.
Cuando hace casi 10 años llegaron a Madrid, exportados de Sudamérica, los Latin Kings se hicieron de forma rápida con las calles. No puede existir una banda sin que surja una enemiga, no tendría razón de ser, ni habría con quién pelear. Así que pronto llegó el sentimiento «ñeta» y, con él, el odio acérrimo, las venganzas y las muertes en las aceras.
Durante ese reinado, los que no acataron o no les gustaron las normas, los que preferían ahorrarse el trámite de ascender por el escalafón o los que estaban hartos de bailar salsa ecuatoriana, se salieron de la banda.
En ese momento, surgieron los Dominican Don’t Play  y, cómo no, sus obligados enemigos a muerte, los Trinitarios.
De hecho, es en el año 2004 cuando la Policía se encuentra con los Dominican Don’t Play. Coincide en el tiempo con la intensa actividad policial contra Ñetas y Latins. De hecho, sin esos golpes policiales, los DDP no serían tan importantes ahora mismo.
Normas flexibles
Empezaron muy fuerte. Se habían criado en los pechos de los más violentos, pero pronto entendieron que las normas habían cambiado. El acecho de los agentes modificó el comportamiento de las bandas latinas ya en ese año.
No se podía ir armado (los cacheos y filiaciones eran habituales), no se podía vestir con los colores de tu banda y no se podía hacer mucho ruido. Aún así, poco a poco, se fueron haciendo cada vez más fuertes. Pero no hay jefe sin enemigo y los Trinitarios hicieron lo propio prácticamente al mismo tiempo.
La principal diferencia entre esta segunda generación de bandas latinas es su carácter anárquico y los ligeros cimientos de su estructura. Tienen jefes, tienen literatura y normas, pero son mucho más flexibles que sus antecesores en la Comunidad de Madrid. Porque, aunque tienen reuniones y unas reglas que cumplir, al «dominican» que no acude a una reunión no se le castiga como antaño hacían los «reyes».
Mara Salvatrucha
Una desorganización que, desde el punto de vista policial, también hace más complicado su captura. Además, los expertos en la materia aseguran que muchos se cambian de banda o directamente crean una propia.
Las bandas de América Latina funcionan aquí como una marca. Se elige una, se estudia su simbología y se aplica. De ahí, que la propia y violenta Mara Salvatrucha, que no tendría razón de ser en la región, tiene algún que otro adepto que, incluso, se ha tatuado lágrimas en la cara y ha realizado pintadas en la periferia de Madrid, para asombro de los investigadores.
Ahora, los Dominican tienen entre sus filas alrededor de 540 «pandilleros». Un récord de afiliación si se piensa como una banda en el sentido más estricto de la palabra. Pero, para la tranquilidad de los madrileños, estos no responden ni respetan a un mismo jefe. De hecho, muchos ni siquiera se conocen y, otros, son DDPs como podrían ser Trinitarios, Crips, My Family, Forty Two, Latin King o Ñeta.
Los que suelen ser jefes son los de mayor edad o los que acumulan más delitos. Si se ha pasado una temporada en la cárcel, mucho mejor. En cualquier caso, no duran mucho en la cúpula. Es difícil encontrar a un pandillero que sobrepase los 25. Lo dejan, se centran en su familia y en mantenerla. Porque estos chicos suelen ser padres muy jóvenes con 16 o 17 años. Una circunstancia que, a la fuerza, centra a los pandilleros.
Los Dominican se dividen en zonas que denominan coros, lo que los Latin Kings llamaban capítulos. Uno de los coros más activos y numerosos es el de Cuatro Caminos. Más que nada, por el alto índice de población inmigrante en la zona.
Lo mismo ocurre en Usera, Leganés, Parla o Móstoles. Las discotecas latinas son un buen termómetro que indica un posible coro. Donde hay bares de ese tipo, hay coro.
En cualquier caso, todos estos adolescentes ya sean de una u otra banda, comparten muchas características propias de su edad. Una de las principales es su adicción a internet. Las redes sociales han facilitado el hermanamiento de las bandas y sus mensajes refuerzan el sentimiento de pertenencia. El que no tiene internet, no duda en gastarse el dinero en un locutorio.
Y eso, que no manejan muchos billetes. Su juventud y los escasos recursos de sus familias les hacen recurrir a la delincuencia común para subsistir. No es raro ver a un pandillero con un móvil de último modelo o una camiseta o zapatillas de marca. Porque estos chicos se dedican y nutren de la delincuencia. No dudan en hacerse  incluso con armas de fuego.
Tienen un sentimiento del honor exagerado. Funcionan con la venganza inmediata. Me la haces, me la pagas. Me ofendes, te la devuelvo. De ahí la muerte del joven militar ecuatoriano hace un mes.
 


Seis interrogantes sobre los pandilleros
 ¿Por qué este aumento de la actividad de las bandas latinas?
–Los expertos explican que septiembre es un mal mes para las este tipo de grupos. Las vacaciones en sus países de origen les hacen volver a la capital más violentos y crecidos. Por eso, históricamente, estas bandas actúan de forma más brutal a la vuelta del período estival.
 ¿Qué tienen en común los pandilleros?
–El fenómeno de las bandas latinas es «pura inmigración» para quienes conocen las formas de estos chicos. El sentimiento de pertenencia a la banda, que promete funcionar como una familia, es muy fuerte. Se siente alguien dentro de estos grupos. Fuera de ellos, no son nadie.
 ¿Toman drogas?
–Todos los pandilleros suelen ser grandes bebedores de alcohol. Beben sin control. Muchas reyertas suceden como consecuencia de esta ingesta excesiva y fruto de un calentón del momento. Cualquier pequeño desencuentro puede ocasionar una pelea.
 ¿Por qué no admiten su pertenencia?
– Conocen las leyes y las utilizan a su favor. Como ejemplo basta el menor que disparó a Isaac rodeado de adultos en Azca. Además, y a diferencia de los Latin Kings y Ñetas, los Dominican y Trinitarios son muy buenos actores. Mienten y fingen derrumbarse durante los interrogatorios.
 ¿Qué respetan?
– A sus madres. Ellas son quienes dirigen y traen el dinero a casa. A pesar de ser muy machistas, estos jóvenes suelen tener un gran respeto a sus progenitoras, quienes muchas veces ni siquiera saben de su pertenencia a la banda y se sorprenden cuando se enteran.
 ¿A qué se dedican?
– Son bastante vagos. Se despiertan tarde, son malos estudiantes, no trabajan y les gusta la música, el baloncesto y salir de fiesta. El dinero para entrar en las discotecas y comprar ropa la obtienen muchas veces de actos delictivos comunes como robos con violencia o hurtos.
 

Las bandas latinas
Dominican don´t play
  La más numerosa. Tienen unos 540 miembros. Es la más activa y violenta. Se dividen en zonas (coros) y sus enemigos acérrimos son también dominicanos. Los colores de la bandera de República Dominicana en pañuelos, collares o prendas son su seña de identidad. Van armados cuando es necesario.

trinitarios
  La diana del odio de los «Con los dominicanos no se juega». Son, en la actualidad, unos 150, muy violentos. Su color es el verde con el que adornan también collares de cuentas. Son asimismo, fanáticos de su bandera y no dudan en utilizar armas de fuego y cuchillos.

latin kings
 Suman unos 200. Dicen que el nuevo jefe, de la que fue la gran banda hace una década, da órdenes desde prisión. Coronas de tres puntas, el amarillo y el negro son sus colores. Suelen llevar navajas, que esconden cerca de los bares que frecuentan por si surgen complicaciones. Una dinámica que practican casi todas estas pandillas violentas. Rebrotan sus actividades delictivas en comparación con los años anteriores.

ñetas
 En horas bajas. Sus afiliados rondan los 150 y su actividad delictiva ha descendido. Rojo, azul y blanco. Rivales históricos de los Latin Kings. Descabezados y con una presencia en las calles limitada en comparación con las otras tres grandes bandas, aunque en ascenso.

my family
 Una de las grandes desconocidas, pero bastante activas y violentas. Rondan el centenar y su actividad delictiva ha ido en aumento.

forty two
 Tuvieron su momento, pero, al parecer están en pleno descenso tras las operaciones policiales.

crips, Blood, Fur tunes, latinos de fuego, la banda de los banquitos, etc.
 Muchas de estas bandas surgen y desaparecen en apenas un año. Hay quien las abandona y se junta con otra más numerosa y conocida. Famosos raperos se declaran de una u otra y sus fans les imitan. Tienen escasa repercusión en Madrid, pero cuentan  con adeptos que se declaran la guerra por internet. Otras, surgen en determinados barrios, en los bancos de los parques y atemorizan al resto de los vecinos. No están organizados.
 

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