Mientras todos ustedes estaban en la playa dejándose mecer por las olas, yo, con mi elevado sentido del deber, me fui a París en misión especial a buscar a las mujeres fantasma que supuestamente estaban invadiendo a los franceses.
Al principio pasé unos días desconcertada: buscaba por barrios populares, tiendas exóticas, restaurantes especiados, y nada. Por los parques, nada. Quizá están de vacaciones, pensé, pero al consultar en la prensa francesa me di cuenta de que, si hubiese leído un poco más, me habría podido ahorrar el viaje: en el portal de noticias Rue89, hace días ya que Dominique Albertini empezó por intentar comprar un burca en París y no pudo ni en las tiendas de «vestimenta oriental». No muy convencida, seguí buscando y encontré un artículo de Le Monde en el que se daba el resultado del recuento realizado por la policía de las mujeres así vestidas: ¡367! De modo que, a media estancia, me di por vencida y me dediqué a ir de turista.
Fue entonces cuando las encontré a todas, a las 367 mujeres tapadas de negro de arriba abajo. Un escalofrío me recorrió la espalda: al fin, ¿estaba en el barrio de las mujeres veladas? Lo entendí todo al ver que en la cabeza de algunas de esas mujeres los pañuelos eran de Chanel, Dior, y bajo la abaya negra asomaban unas Louboutin con tacones de escándalo. Era, claro, en los alrededores de los Campos Elíseos y aquellas mujeres venían de muy lejos para pasar un fin de semana de compras.
Me pregunto si a raíz de la nueva ley seguirán siendo tan bien tratadas como ahora por los dependientes de las tiendas en las que se gastan 10.000 euros por bolso.