CRIMEN EN LA CALLE ORENSE / Las reacciones

«Es un horror lo que ocurre en los bajos de Azca»

El Mundo, LAURA ANA RAMÍREZ, 29-08-2009

Los vecinos quieren que se cierren las discotecas latinas por las peleas diarias En el reloj marcan las 20.00 horas del viernes. Por la estación de metro de Nuevos Ministerios sale una marea de gente. Son sobre todo latinoamericanos y se dirigen a los bajos de Azca, su zona de marcha.


Los taxis intentan evitar la calle Orense los fines de semana, comenta un conductor. Las madrugadas de jueves, viernes y sábados, la zona de Azca muestra su otra cara. Jóvenes borrachos hacen sus necesidades en la calle, duermen entre los coches, y, lo más peligroso, se pelean entre ellos con la navaja en la mano.


«Es un horror lo que hay en los bajos. Está lleno de gente, la mayoría de ellos extranjeros agresivos», comenta inquieta una vecina. Se refiere a la planta subterránea de la calle Orense, un pasadizo ocupado por las discotecas latinas.


Pero las pintadas, la suciedad y el olor a podrido que desprenden los bajos no es lo que más preocupa a los vecinos. El problema son las peleas. «La gente viene con miedo por las noches, y eso que ubicaron una comisaría cerca», afirma una señora.


Según comentan en una portería, hace poco vieron a un chico tirado en el suelo al amanecer. «Otros chavales se acercaron a él y le desnudaron. Es un barrio conflictivo», opinan.


Sin embargo, con la luz, Azca se transforma. «Durante el día es una maravilla, por aquí pasa gente selecta, ejecutivos», explica un vecino que escuchó ruidos durante la madrugada de ayer. Pero, cuando las discotecas abren, sólo se escuchan gritos y música.


«A ver cuándo nos hacen el favor de llevárselas de aquí», pide un residente del edificio que se encuentra sobre el pasadizo. Aunque como admite otro, el problema se trasladaría a otra zona.


Siempre acompañados


Los padres viven preocupados por sus hijos. «Yo a mi niña le decía que no viniera sola de noche, que se quedara a dormir en casa de una amiga. Menos mal que ahora tiene novio y la trae hasta la puerta», relata otra vecina.


Otra pareja le pide lo mismo a sus hijos: que vuelvan en taxi y que éste espere hasta que entren. Ellos viven en Orense desde hace 25 años, y desde que trasladaron allí los clubs latinos, según comentan, hay follones todos los días.


No obstante, según cuentan los afectados, hace unos cuatro años era aún más peligroso. «Ahora, con la comisaría parecía que se había aplacado un poco la delincuencia», cuenta una vecina.


Pero no sólo los vecinos viven intranquilos. Ellos aún pueden evitar pasar por allí a las horas de borrachera y resaca. Los que no pueden librarse son los trabajadores de una empresa situada en los subterráneos.


Uno de los empleados cuenta cómo a un compañero suyo le dieron una paliza y después le robaron la cartera. Además, las trabajadoras son el mayor reclamo para los borrachos que aún se tambalean por allí a las seis y media de la mañana, cuando ellos entran.


Y no son los únicos trabajadores que han sufrido percances. «A veces, cuando llega el camión con los periódicos, le roban algunos al quiosquero, o en la cafetería, se llevan los churros que cuelgan a la entrada, y así continuamente», cuentan los residentes de la calle Orense.


Lo que sí agradecen los vecinos es la labor de la Policía, que, según cuentan, se desplaza con rapidez cuando ocurre algún incidente.


Llega la mañana y aunque la oleada latina ha pasado, las huellas quedan a pie de calle: vomitonas, vasos rotos, cubos de basura sobre los coches, e incluso rampas de garaje con restos de sangre que les toca limpiar a los porteros. Saben que al día siguiente será igual. Por eso, se han acostumbrado.


Todos protestan, nadie pisa los bajos, pero unirse contra ellos, según declaran, «es complicado».

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