El fenómeno de los pisos patera prolifera y se propaga a todos los barrios de la capital
Diario de noticias de Alava, , 18-08-2009Las asociaciones que trabajan con los foráneos han detectado un éxodo de éstos debido a la crisis económica
vitoria. “Hay pateras en el mar pero la gran patera es la propia ciudad”. Con esta sentencia, Federico García, responsable de la organización SOS Racismo en Vitoria, contextualiza la situación que padecen en Vitoria decenas de inmigrantes sin recursos suficientes para pagar una renta o una pensión y, en ocasiones, sin papeles. Éstos sólo pueden encontrar acomodo hacinados en pisos cuyos dueños arriendan habitaciones, camas, colchones o un simple suelo a extranjeros en un ejercicio de simple lógica monetaria: la desgracia de unos acostumbra a convertirse en un nicho de negocio rentable para otros. Son los llamados pisos patera, una fórmula inmobiliaria en la que un propietario – que a veces es un inquilino que alquila a su vez las habitaciones del piso que paga – acoge a pupilos (2 ó más por habitación) a cambio de un precio que puede superar sin problemas varios cientos de euros al mes por persona. Si esa tarifa se multiplica por cinco – se conocen casos de tal número de personas en una sala – , el beneficio está asegurado. Y más, si el fenómeno se extiende a toda la ciudad superando las fronteras que hace apenas un par de años lo circunscribían a los barrios de Zaramaga, Sansomendi o Casco Viejo. Y así ha ocurrido, a tenor de la experiencia de los colectivos de ayuda al inmigrante.
De hecho, según indica García, en Vitoria, hasta hace dos años, el mapa de estos pisos se limitaba a las citadas zonas. Pero la crisis, la necesidad de dinero rápido y el aumento de la inmigración vivido hasta la fecha han extendido estos pisos al resto de la capital alavesa. En el listado de este tipo de viviendas con el que se trabaja en SOS Racismo se incluyen residencias en calles tan céntricas como La Paz o Postas.
En ellas viven personas – generalmente hombres jóvenes y de mediana edad – llegadas desde lugares como China, Paquistán, Argelia o Marruecos, países de origen de la mayor parte de los inquilinos de los pisos patera, a los que llegan para intentar encontrar un sitio en el que dormir. Según confirman desde la asociación, las citadas nacionalidades poseen el sentido de “hermandad” más desarrollado y tienden a agruparse para sobrevivir a las dificultades.
Ayoub, un joven voluntaria de SOS Racismo, explica el fenómeno de las viviendas multicompartidas de una manera muy gráfica. “Estas personas han dejado atrás todo lo que tenían, han venido aquí con el sueño europeo, incluso pensaban que en España había un Ejecutivo progresista… Y, al llegar aquí, después de vender absolutamente todo lo que tenían para pagar el pasaje, se han encontrado con que no hay nada de lo prometido, con que se les considera ilegales y que ahora, encima, no hay trabajo”.
El joven puntualiza que existen dos motivos principales para la existencia de estos pisos. Uno, el económico. Muchos propietarios no dudan en aprovecharse de la situación límite de estas personas. Según se añade desde SOS Racismo, hay dueños de viviendas que cobran cerca de 200 euros por meter en una misma habitación a cinco personas. 1.000 euros por habitación que además, no se declaran, ya que estas moradas generalmente no tienen licencia fiscal como casa de huéspedes u hostales. Tal circunstancia impide al inmigrante acceder a las ayudas que le corresponden. El otro motivo es humano. Familiares que intentan rescatar de una precaria situación a otros, reencuentros con gente de la misma ciudad… De una manera o de otra hay momentos en los que un ciudadano extranjero llegado a Vitoria, sin recursos ni papeles, tiene que elegir entre quedarse con una cama o dormir en lo que la calle les permita, ya que ningún banco está dispuesto a avalar a alguien que carece de propiedades o trabajo fijo. Además, estos desdichados tampoco pueden reunir el precio de una pensión reglada.
Éxodo de foráneos Las dificultades se agolpan para los emigrantes, a quienes la crisis golpea con más violencia si cabe al ser la parte más débil de esta sociedad. Por todo ello, en la actualidad se está observando un fenómeno contrario al que sucedía hasta la fecha. Las taras están haciendo que un número significativo de inmigrantes haga las maletas y abandone la capital alavesa. Al respecto, Federico García, no tiene ninguna duda: “Es una tendencia que se está generalizando”, comenta. “Los que tienen papeles en regla están optando por marcharse a Europa. Francia y Alemania son los destinos más solicitados. Los que no tienen papeles también se están marchando hacia Andalucía, Murcia y Valencia – para trabajar en la recolección de fruta – o hacia grandes ciudades como Barcelona o Madrid”. Según indica Ayoub, otros están “aguantando” un mes más, “a ver si sale algo” pero si no sale nada “marcharán también”.
Así, empieza a suceder lo que ocurría antaño. “En la Edad Media, los extranjeros que venían a la ciudad tenían, desde el momento que cruzaban la puerta de entrada, un límite para abandonar la vieja Gasteiz. Tres días que no se podían alargar. Han pasado varios siglos desde entonces y Vitoria ha crecido en habitantes, en calles y en barrios. Pero en otros aspectos, la ciudad sigue sin evolucionar. Al igual que aquellas personas extramuros se veían obligadas a emprender la marcha, hoy en día, los inmigrantes se ven obligados a abandonar el centro de acogida existente en la ciudad según pasan los tres días a pesar de que ese centro debería velar por la integridad física y moral de las personas”.
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