Akelarre mestizo

Diario Vasco, ARTURO GARCÍA, 14-08-2009

La liaron pero parda esta troupe de catalanes del mundo. La cuota correspondiente al mestizaje incluida en el cartel de Sagües este año se llevó todos los boletos de largo. Fue un akelarre mestizo en toda regla. Qué tendrá Cataluña que cuando sale y cuaja un combo multitudinario tipo Ojos de Brujo (ODB), en el género que sea, no hay quién sea capaz de ponerle coto al desparrame y la juerga que se genera a su alrededor. Aquello era como el camarote de los hermanos Marx. Este grupo, que casi se tiene que organizar para salir y entrar del escenario y que se gasta aires de comuna casual de instrumentistas, cantantes, bailaores, raperos y hasta djs, se conjura a diario para zurrarle la badana a los purismos. Montan un tinglado de antología a base de rumba catalana, jaleo, palmas, flamenco, salsa caribeña, reggae, rap y ritmos africanos del que uno sale diplomado en culturas del mundo.
Encabezados por ‘La Canillas’, una vocalista racial que es una especie de Martirio de tribu urbana, ODB invocaron a los espíritus del cruce entre ritmos y sonidos tomados de tradiciones musicales ancestrales servidos con un talante gamberro ausente de ceremoniales. Con intervalos de zapateao flamenco para enlazar tramos del show, ODB montan una zarabanda que se mueve entre la reivindicación solidaria, el disfrute hedonista de sentidos y sustancias y las bases populares de los géneros y palos que fusionan sin compasión alguna. Nada tiene que ver con el flamenco pop oxigenado por el que tantos beben los vientos en la música española. Lo suyo es una labor descalza de campo que promulga sin medias tintas que los límites y las barreras están para romperse y saltárse. La gente va y viene en un caos aparente, como sin orden ni concierto y a su bola por un escenario donde es un milagro que nadie se pise o se salga de su terreno, mientras una docena de intérpretes, entre músicos y vocalistas suben y bajan por instrumentos y canciones.
Perico y Juliana (no tienen visa), Correveidile, Bulería del Ay!, Ná en la Nevera o las rumbas del Adiós o del Ventilador, convirtieron Sagües en un gigantesco zoco donde ascendía un humo más envolvente que el del final de los fuegos de hierbas que no se venden ni en estancos ni farmacias. Tratar de adentrarse entre la más que considerable y notable presencia de público era arriesgarse a cruzar hacia el otro lado para aparecer en otra dimensión espacio temporal.
La jarana alcanzó cotas de desparrame cuando el jolgorio se fue deslizando hacia el concepto de jam session alocada a la buena de Dios. Letras antibelicistas, recuerdos de la cantante de sus tiempos de okupa en Euskadi, verdades incómodas, retratos urbanos con aire de crónica social. en medio de aquella torre de Babel, y ya pendiente abajo, lo mismo sonaban trompetas jazzeras y flautas traveseras que solos de guitarra española, dubs de mesa, funk, hip hop, quejíos, solos de percusión caribeña o rapeados ininteligibles a un ritmo endiablado como recitados por el pájaro loco.
Fue una inmersión en el cruce de culturas donde a nadie le hubiera extrañado lo más mínimo que hubiera terminado todo aquello con una joven con rastas tocando el txistu vestida de faralaes. Cosas más raras se han visto en la tele en horario protegido infantil y no entretienen como esta farándula sonora.

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