Ya la dijo bien claro el presidente francés: «el burka no es bienvenido». Y si semejante prenda – cárcel para las mujeres no es aceptada en Francia, era inevitable que pasase lo mismo con su versión para baño: el «burkini», con el que sólo la cara y los pies quedan al descubierto. En esta ocasión, la polémica se ha desatado en el país galo después de que una joven francesa de 35 años, Carole, convertida al islam desde los 17, intentase bañarse en una piscina pública de Emerainville ataviada con semejante vestimenta, lo que le impidieron por considerar que era totalmente antihigiénica. Carole consideró que eso era un acto de racismo y acudió inmediatamente a una comisaria para denunciarlo, pero como no aceptaron su queja terminó dirigiéndose a varias ONG, aun a pesar de que los responsables de la piscina ya habían explicado que «todo esto no tiene nada que ver con el islam», sino con el reglamento de la piscina, que prohíbe bañarse vestido. – Internacional