Los ecuatorianos conmemoran hoy el bicentenario del Primer Grito de la Independencia, una especie de Onze de Setembre en versión andina, pues los que entonces trataron de librarse del yugo español acabaron criando malvas o en la cárcel. Sin embargo, aquel 10 de agosto de 1809 se recuerda con cariño y con orgullo, también por quienes en los últimos años han abandonado su patria. La comunidad ecuatoriana de Catalunya adelantó ayer la celebración de su día nacional con una fiesta en la plaza del Fòrum que congregó a miles de personas en un ambiente alegre y familiar, el mismo día en que los bolivianos hacían lo propio en el parque del Turó de Badalona.

El acto, organizado por varias federaciones de entidades latinas y ecuatorianas, tuvo un objetivo claro: “Por un día, nos trasladamos al Ecuador”, aseguraba José Vera, presidente de la Federación de Asociaciones de Ecuatorianos en Catalunya (FAEC), una de las impulsoras de la fiesta. Para tal menester, se programaron conciertos, se instalaron tenderetes donde degustar platos tradicionales y se habilitó una pequeña feria de entidades. Las asociaciones, no obstante, quedaron eclipsadas por los stands de no pocas empresas que aprovecharon la patriótica ocasión para hacer su agosto. Y es que lo que muchos conocen como el problema de la inmigración, otros lo ven como una nueva forma de hacer negocio: de camino a la plaza del Fòrum, docenas de repartidores entregaban tarjetas de negocios tan diversos como una asesoría legal, una clínica dental o un parapsicólogo, mientras, en el interior del recinto, el puesto de una conocida empresa de venta de productos por correo echaba humo.

La convocatoria de ayer también pretendía integrar, acercar la cultura ecuatoriana a los barceloneses.

Por la mañana, un grupo de música tradicional catalana se esforzaba en explicar al respetable la importancia del ball de l´àliga para las fiestas de la Patum de Berga. Lo cierto es que no tuvieron mucho éxito. Frente al escenario, ubicado en el anfiteatro de la plaza, no había nadie, y quienes ocupaban en la lejanía las gradas no prestaban demasiada atención. La música destinada a triunfar no era para nada nostrada.La bachata, la cumbia o los sanjuanitos, tan ajenos a los autóctonos, levantaron pasiones, al tiempo que llenaban el anfiteatro.

La mayor parte de los que ayer se acercaron al Fòrum eran de origen ecuatoriano, fundamentalmente vecinos de Barcelona, donde los habitantes procedentes del país andino siguen siendo legión: según números del Ayuntamiento de Barcelona, los 22.210 ecuatorianos registrados en enero del 2009 sólo se ven superados por los italianos (22.684). Aunque a la cita también acudió gente de fuera de la capital catalana. Oswaldo Salazar, vocal de la FAEC, se desplazó desde Cardedeu. “Ha venido gente de toda el área metropolitana de Barcelona y de otras poblaciones de Catalunya, como Vic”, apuntaba.

Oswaldo lucía una camiseta con los colores de la bandera de su país: amarillo, azul y rojo. Yno era el único. Muchos aprovecharon su día nacional para añadir a su indumentaria alguna referencia a su origen. A las camisetas tricolores se sumaron las banderas, usadas como capas o pareados. Y otros tantos decidieron tocar su cabeza con el tradicional sombrero de paja ecuatoriano. Ese colorido se sumó al de los platos típicos que se servían en las casetas, al estilo Feria de Abril. Triunfaron la fritada de chancho – o sea, de cerdo-y el arroz con guatita – o lo que es lo mismo, con callos.

El ambiente en la plaza invitaba a la fiesta y el divertimento, aunque la celebración no quedó exenta de alguna que otra intervención de los encargados de la seguridad. En Ecuador, como en Barcelona, también hay quien no sabe divertirse sin liarla. “¡Hacen quedar mal al país!”, se lamentaba una de las asistentes.

Todo, absolutamente todo, lo vio desde las alturas la pérgola fotovoltaica del Fòrum, que ante semejantes actos se siente en su salsa: no en vano, nació para ver desfilar a gente de otras culturas.