TESTIGO DIRECTO

«A pesar de estar en agosto, el mercado continúa lleno de gente»

El Mundo, CRISTINA FERNÁNDEZ, 09-08-2009

La crisis económica provoca un incremento de visitantes en los Encantes Viejos Barcelona


Bajo de la moto ante la presencia del tercer edificio más alto de la capital catalana. Miro hacia la cima de 145 metros y doy media vuelta en busca de algo más accesible. Desciendo por unas escaleras abriéndome paso ante la multitud.


«Gente no falta, otra cosa es que compren», explica Álex Henche, propietario de una tienda de bicicletas y complementos de motos. Este joven vendedor lleva 17 años con el negocio y nota cómo la crisis económica ha comportado el aumento de visitantes, pero no de compradores. Por ello, intenta hacer todas las ofertas posibles. Una chica acude al lugar con problemas en la bicicleta. Me alejo y giro a la izquierda.


Son poco más de las 13.00 horas y me dispongo a pasar por una puerta metálica. Un cartel me recuerda dónde estoy: Mercat Fira de Bellcaire. Vago dejándome llevar por el aire onírico que se respira en el mercado. Por pocos minutos. Una carretilla intenta arrollarme. Me aparto y me hago un hueco.


Gentes de todos los rincones del mundo se mezclan en busca de gangas. «El 90% de los visitantes son inmigrantes, sobre todo árabes y sudamericanos», cuenta Juan Fernández, responsable de seguridad de los Encantes Viejos desde hace 10 años.


«A pesar de ser agosto, el mercado continúa lleno de gente, los vendedores no se han ido de vacaciones», afirma Fernández. Paseo por la explanada central. «Barato, barato», chilla K.D., un marroquí que lleva cuatro años vendiendo gafas de sol. «Se nota la crisis porque viene mucha gente, pero sólo miran y se van».


Al fondo, un grupo de mujeres rebusca entre una montaña de ropa tirada en el suelo, mientras una niña se revuelve en ella. Un hombre mayor observa la jugada sentado en una silla de ruedas. «¡Chilla más que estoy sordo!», me grita. Acude a nuestro fortuito encuentro, su mujer Pastora Cortés. «Venimos a comprar muchas veces, sobre todo ropa, porque el precio de la mercancía está bien», dice.


Me adentro entre las callejuelas que dan al espacio central sintiéndome como en un laberinto. Me paro apuntada por taladradoras y sierras. Estoy ante el negocio de Josep Comabella. «Llevo 20 años con la tienda y hoy el mercado no tiene nada que ver con lo que fue». Sigue. «Ahora la gente viene a buscar lo más barato, antes venía un tipo de cliente que ya conocía el mercado y venía a buscar precio, pero marca». Precios, que en su caso, ha mantenido desde hace un año.


Para Josep, el incremento de visitantes tampoco ha repercutido en la caja. Lo que sí han aumentado son otro tipo de ofertas. «Cada día, desde hace seis o siete meses, personas que se han quedado en paro o los típicos ladrones de siempre me vienen a ofrecer género robado». Él sólo vende productos nuevos.


«En el mercado, los robos han bajado un 90% desde que se cambió el equipo de seguridad, ahora un sábado hay un máximo de tres robos», dice Fernández. Agarro mis pertenencias y paso entre cajas y furgonetas. «Eres la gracia de los encantes», piropea un hombre con acento catalán a una mujer morena. La esencia del mercado es la convergencia entre lo antiguo y lo nuevo, una naturaleza que sigue resistiendo el inexorable paso del tiempo.

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