De aquí no me muevo
Diario de Navarra, , 29-07-2009J ORGE Horacio Escudero es, como todos los paisas, un hombre de armas tomar. Un berraco, dirían ellos. Con pinta de honrado y trabajador, Jorge Horacio salvó de una muerte inminente a una anciana de 80 años, cuando todo parecía indicar que el infierno de las flamas terminaría devorándola, en Valencia, allí en el Mediterráneo.
Luego, aún con la adrenalina en el cuerpo, el héroe se preguntaba, cándido, si lo expulsarían de España por su condición, su humana condición: la de un inmigrante sin papeles.
¿Por qué un grande de la vida tiene que hacerse esta pregunta? Simple. Dolorosamente simple. El gobierno ha apostado por librarse del “lastre” de la inmigración. A mí no me vengan con cuentos. ¿Qué son si no los planes de retorno? Una campaña estratégicamente fraguada con el fin de convencer al grueso de los inmigrantes de las bondades de un regreso pactado, luego de años de sacrificios sin nombre. Tiene gracia, sin embargo, que pese a la crisis, el 80% de los inmigrantes pretendamos permanecer en suelo ibérico. Sólo un 7,9% se plantea regresar. Estos datos no son el producto de una encuesta parcializada o de una ONG sensible al drama de los sin papeles. Por el contrario, son cifras recogidas en el informe 2009 sobre “Inmigración y mercado de trabajo” presentado este mes de junio por la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí. Los datos son claros. La mayor parte de los inmigrantes no pensamos en un retorno a corto plazo. Es más, nos gustaría quedarnos a vivir en este país, en este gran país. Como dirían los Les Luthiers: mi honra está en juego y de aquí no me muevo.
¿Por qué no regresan los inmigrantes a sus países de origen? No era necesario un estudio para llegar a la conclusión de que todos los que nos hemos embarcado en la maravillosa y difícil aventura de arraigar en otro país, pronto, muy pronto, aprendemos a quererlo, vibramos con su historia y participamos en sus decisiones. Cruzar el Rubicón no es cualquier cosa. Por eso, durante el primer trimestre de 2009 tan solo 462 personas se acogieron a los planes de retorno. Y desde finales de 2008 hasta el mes de marzo de este año sólo se han presentado 3.699 solicitudes con derecho a prestación para desempleados. Insisto, menos del 10%. La raza no está por la labor.
El grueso de los que nos quedamos, lo hacemos por diversos motivos. Todos ellos, sin embargo, válidos y actuales. Los más, sin necesidad de Premios Nobel y apelando al sentido común, son conscientes de que nos enfrentamos a una crisis global. España no es un islote aislado, está lloviendo para todos y en nuestros países de origen la cosa va igual de mal o peor. Por lo tanto, mudarse de planeta no impedirá que el destino nos alcance. La crisis ha llegado para quedarse y es mejor sufrirla en un entorno en el que se prevé una recuperación más rápida. En suma, el razonamiento es el siguiente: aunque ahora no hay trabajo, se trata de algo temporal. Tal vez se deba resistir un par de años. Pero luego, el ciclo de bonanza, tarde o temprano retornará. En cambio, cruzando el océano, nunca hay trabajo. Siempre hay crisis. En algunas regiones, ni futuro. El Dorado, por ahora está en Europa.
Jorge Horacio, el héroe colombiano, así lo comprende. Como cualquier latinoamericano de a pie, está acostumbrado a laborar en mil oficios. Los peruanos lo proclamaríamos, con orgullo, “el rey del recurseo”. Instala pisos, conduce, pinta, etc. “Lo que salga”, declara. Y sueña, como millones, en tener los papeles en regla – los benditos papelitos – para trabajar “como debe ser”.
He aquí otro punto fundamental. Regresar a la querencia implica renunciar a un lapso de espera prolongado perdiendo así la posibilidad de obtener el permiso de residencia y trabajo. Después de haber invertido tiempo y dinero en un proceso burocrático y tedioso, liquidar la posibilidad de un futuro mejor para tu prole o tu familia cercana, es altamente improbable. Por eso, la estrategia en torno a la inmigración es vana, utópica y cortoplacista. Está condenada al fracaso.
En cierta forma, todos los inmigrantes comparten el halo heroico de nuestro protagonista. Mientras proso estas líneas un boliviano ha perdido un brazo ante la indiferencia ruin de su empleador. Cruzar océanos, driblear desiertos o rasgar el cielo en pos de una vida mejor, tiene algo de épico y bien vale un Perú. España lo vale. No basta con reconocer el heroísmo coyuntural de los inmigrantes. Es preciso que los partidos políticos, los actores de poder y todos los ciudadanos comprendan que muchos han llegado para quedarse y crear una síntesis viviente. Son parte de este país, votarán en las elecciones, harán empresa y forjarán, junto a los que nacieron en la piel de toro, un futuro mejor, un horizonte distinto, diferente, pero no por ello menos apasionante. Jorge Horacio lo sabe. ¿Y tú?
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