¿Atajos al desarrollo? ¿O laberintos?

Juan Rivero Rodríguez recaló hace semanas en el local de Subeltz (calle Curia) antes de iniciar una gira por la CAV y desgranó los entresijos del Plan Reva, el proyecto de retorno a la agricultura de Senegal que apoya Zapatero. Incluso lo comparó con el TAV en el sentido de que los beneficiarios de uno y otro proyecto terminan siendo muy distintos a los planteados de inicio

Diario de Noticias, , 28-07-2009

T RES meses de trabajo de campo en Djilakh confirmaron los peores augurios de Eva Martínez Bermejo y Juan Rivero Rodríguez, investigadores del grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Comprobaron la falta de sintonía con la población local del que pretendía ser el proyecto estrella para que los habitantes de Senegal retornaran a la agricultura y estrangular así a las mafias que se nutren de la inmigración ilegal. Empezaba a andar, pero lo hacía a gatas.

Para poner los puntos sobre las íes, hablar de su experiencia propia, los estudios a fondo y repasar la cronología de hechos con expertas aclaraciones, Juan Rivero, psicólogo social y que acumula 8 años de trabajo en África mas varias experiencias con ONG, visitó hace tiempo la sede de Subeltz (calle Curia, 29) y desenmascaró las intenciones de la cooperación española.

El plan REVA fue idea del presidente senegalés Wade y estuvo promocionado a bombo y platillo por el Gobierno de Zapatero (viaje incluido a Dakar del propio presidente), que aportaba más de 500.000 euros a la construcción de la granja piloto de Ndijakh y la concesión de 20 millones a través de un crédito blando. Este proyecto de cooperación, que pretendía reducir a la mínima expresión el flujo migratorio proveniente del oeste africano, salió a la palestra una vez que se produjo en Ceuta y Melilla la crisis de los cayucos, que saturó las vallas de separación de las ciudades autonómicas con unos 800 repatriados.

la soberanía agrícola del país Este modelo que prometía alcanzar una soberanía agrícola para Senegal ha resultado ser una operación ficticia, una subvención indirecta para la exportación. “La idea del plan es frenar la emigración clandestina mediante una revolución agrícola. Hacer polos rurales de desarrollo (en total se contemplan 550) como grandes explotaciones agrícolas con alta tecnología”, explica Rivero. El presidente senegalés logró atraer el interés del rey de Marruecos que donó un millón de euros para la implementación de uno de esos polos y del gobierno español, que apoyó la fase piloto de 20 hectáreas en Djijakh, que sería el modelo para otras nueve más, con una subvención en especies a la empresa española TRAGSA, holding de carácter público destinado a la transformación agraria y que se dedica a gestionar la explotación. Para ello, el dinero subvencionado lo emplea en la instalación de sus ingenieros, la utilización de medios materiales y sistemas de riego por goteo procedentes de la Península, con lo que genera una gran dependencia de sus servicios para los nativos, los supuestos beneficiarios.

Además, en lugar de incentivar la economía del país, los cultivos que se implantan en la región es la calabaza y el melón, a través de la empresa murciana Feralca (que se hace cargo de los gastos de explotación) y destinado a la exportación a Europa. “Con el melón se repite la historia del monocultivo de cachuete que se impuso en la colonización francesa. Con él se empezó a producir aceite vegetal, y eso favoreció, por ejemplo la elaboración del jabón de Marsella, puesto que resultaba mucho más barato que realizarlo con aceite de oliva”, repasa Rivero, que expone los peligros de estas prácticas.

la desertización "El cacahuete es un cultivo muy agresivo, que machaca la tierra y ha ayudado a la desertificación y degradación de la agricultura senegalesa. Ahí empiezan los problemas de Senegal. Con la introducción del cacahuete, la dieta básica que era a base de mijo y otros cereales locales es sustituida por arroz y, de hecho, el plato nacional de Senegal está elaborado con arroz, el yebuyem. Sin embargo, el 80% del arroz que se consume en Senegal es importado y con el 50% de las hortalizas ocurre lo mismo.

El Reva sigue favoreciendo las ventas destinadas al exterior de los productos allí cultivados. La ficcionaria visión del Reva se agrava una vez que se analizan sus verdaderos propósitos y se hacen constar las cifras de impacto entre la población senegalesa. “Al lanzarse este plan, se dijo que un 40% de los trabajadores de estas explotaciones iban a ser los inmigrantes repatriados de Canarias. El proyecto total aspiraba a crear desde 2006 hasta finales de 2008 300.000 puestos de trabajo directo y otros 300.000 de trabajo indirecto. Cuando estuvimos en Djijakh sólo había 100 beneficiarios, con 15 – 25 trabajadores. Por supuesto, ninguno de ellos era repatriado o tenía vínculo alguno con la inmigración llegada a España”, constata Rivero.

Si el Reva nace como una alternativa a la migración, ya desde su primer jalón se desvincula del reasentamiento de repatriados. Los investigadores denuncian además que la explotación se pone en marcha sin un trabajo previo de sensibilización y sin una formación adecuada (se piensa antes en una solución técnica inmediata que en el trabajo con la población), que acrecienta las complicaciones entre la comunidad nativa.

Por último y para avivar más el conflicto, la explotación es el único punto de agua dulce de toda la comunidad y a sus habitantes tan sólo se les permite la colecta durante dos horas al mediodía. El ensayo ejecutado hasta la fecha en Djilakh representa el modelo de agricultura industrial para productos de exportación fuera de temporada, que se convierten en un objetivo claro del gobierno senegalés, y amortizan los gastos.

la contratación en origen Si aparte se añade que el 58% de la población senegalesa, casi 7 millones de personas, es rural y que la gran mayoría vive de la agricultura de subsistencia. Por si fuera poco, como remate, Juan Rivero desempolva también otra de las actuaciones españolas en Senegal, la llamada contratación en origen, que pretende firmar contratos con los nativos en su país para que vengan a España con el documento bajo el brazo.

Sin embargo, de las trampas del sistema no se habla tanto. "Se dice que los repatriados van a ser incluidos en el cupo de contratación en origen. Pero después, los propios inmigrantes clandestinos nos cuentan que su orden de expulsión una vez que llegaron a la Península les impide volver a entrar en los próximos tres años, con lo que se les complace diciendo que en lugar de ellos vendrán sus familiares.

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