Los inmigrantes y la crisis

La Vanguardia, Eulàlia Solé , 17-07-2009

Eulàlia Solé
En diez años, el volumen de inmigrantes en España ha pasado de constituir el 1,6% de la población a constituir el 12%, conformando un total de 5,6 millones de personas. Aún más espectacular ha sido el crecimiento en Catalunya, donde un 16% de sus habitantes son extranjeros, 1.200.000 en números absolutos. Han sido años de desarrollo económico, de euforia inmobiliaria y turística en cuyo seno nadie quería vislumbrar la crisis que se avecinaba. Una crisis que, tras repercutir en primer término en el mercado de trabajo, extiende sus consecuencias a la estructura de las familias, augurando asimismo cambios en la demografía.

Los datos más recientes nos hablan de un descenso en la llegada de inmigrantes, acompañado de un leve aumento del regreso al país de origen. Tendencia que si ahora empieza a percibirse con el menor número de alumnos extranjeros matriculados en las escuelas, en un próximo futuro habrá de traducirse en un descenso de la natalidad. Por lo demás, no será únicamente la reducción de hijos de familias inmigrantes lo que influirá en la tasa de fecundidad, ya que también la fertilidad de la población autóctona descenderá. Cabe prever que la crisis retardará la formación de parejas, sean matrimoniales o consensuadas, a la vez que las familias ya constituidas podrán fácilmente resucitar la época del hijo único.

Por el contrario, la época en que la inmigración se acrecentaba en progresión geométrica ha terminado. Ellos y ellas venían por necesidad, satisfaciendo así de rebote, solícitamente, las necesidades de los nativos, los empresarios en especial. Actualmente, cuando la crisis echa a la calle a miles de trabajadores, los inmigrantes se ven empujados al regreso, a reencontrarse con lo mismo que abandonaron no por gusto sino impelidos por la penuria.

De semejante especie son los flujos migratorios, siempre a merced del mercado laboral. Este que une o desune familias, que aumenta o reduce la tasa de natalidad, que permite comer o conduce a pasar hambre, como una mano invisible que parece ciega pero que se halla lejos de serlo.

Por lo que respecta a los inmigrantes que se queden, resistiéndose a los designios de los poderosos, la mitad trabajará en la economía sumergida, que es algo así como un modo de ser sin existir, sin papeles que acrediten el lugar que se ocupa en la sociedad.

E. SOLÉ, socióloga y escritora

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