Números y personas

ABC, 18-06-2009

LEO entusiasmado que dentro de un par de décadas (o algo menos) uno de cada tres valencianos será de origen inmigrante. Pues vale. Yo, de hecho, ya lo soy (inmigrante). Los que entonces (ojalá) estemos aquí – Virosque se comprometió públicamente hace unos días a celebrar «in person» los 200 años de la Exposición Regional de 1909 – podremos recordar este dato y decir: Ah! Pues yo soy inmigrante. Y tu no. Vale. Y ese también, o tampoco, o lo que sea.

Yo no se cuando los sociólogos y los matemáticos se van a dar cuenta de que tienen que dejar de hablar de números y empezar a hablar de personas. Porque los números parece que dicen muchas cosas, pero no dicen nada. Verán, si estudian las últimas estadísticas de estos años, comprobarán que uno de cada cuatro vivos moriremos de cáncer en los próximos equismil años. Y otro de cada tres, en accidente de tráfico. Y uno de cada cinco por un problema cardiovascular. Y otro de cada siete por caída de meteorito y uno de cada cientocincuentamil ahogado en una playa mientras se está de vacaciones. Y otro de cada seis, de muerte natural.

Y si usted sabe algo de matemáticas y cruza las estadísticas puede encontrarse con la tragedia, o la suerte, de saber que alguno, muchos, van a morir de dos o incluso de tres cosas. Por ejemplo, de accidente cardiovascular mientras se nada, por lo que uno se ahoga sin saber que tenía un cáncer terminal.

Los medios de comunicación, sus titulares, tienen algo de culpa en esto de los números. Porque en cuanto ven un número, ven un titular. Y eso les tranquiliza mucho. Pero, en contra de lo que pudiera parecer, los números son muy poco consistentes. Le reto a que recuerde cuantos viajeros murieron hace apenas unas semanas en el accidente del avión que viajaba de Brasil a Francia. Yo confieso que sé que eran en torno a 280, pero no se cuantos exactamente. Sin embargo les garantizó que sus familias, sus parejas, sus hijos, sus padres, sus amigos saben perfectamente que cada uno de ellos ha muerto de una forma estúpida e injustificada. Saben lo que han dejado aquí, los proyectos que sus muertes truncan, los hijos que hubieran querido tener y no tendrán jamás, los logros que perseguían.

Otro reto. Estoy seguro que no recuerda para cuántos trabajadores fue el expediente de Ford de Almussafes, pero conoce con pelos y señales los efectos que ha tenido en una familia afectada, en caso de que usted conozca a esa familia.

Pues eso, que sería bueno que quitáramos importancia a los números y nos ocupáramos de las personas. Y en lugar de saber cuantos seremos, que también está bien, averiguar si seremos más felices. En lugar de calcular cuantos serán de origen inmigrante (si nos remontamos cien generaciones, todos), saber si viviremos mejor. Sustituir el conocimiento sobre cuántos serán de piel negra por la certeza de que tendrán derecho a vivienda, sanidad, educación, justicia. En definitiva diferenciar entre números y personas. Y tener claro que no importa si somos mil o mil millones. Lo que realmente importa es que seamos felices y que, por lo tanto, valga la pena ser.

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