vitoria. A la portavoz de SOS Racismo, Zuria Arzua, no le sorprenden demasiado las conclusiones extraídas del estudio de Ikuspegi, especialmente en lo referente a cómo entienden los vascos que ha de ser la integración de los extranjeros. “Queremos incidir en la idea de que la integración debería pasar por el reconocimiento del otro como un igual, como un sujeto de derechos con sus características individuales como persona, y no por su pertenencia a un colectivo”, señala.

Según la representante de la organización, en Álava y Euskadi “tratamos a los inmigrantes como un grupo homogéneo, cuando ni la propia sociedad de acogida, la sociedad vasca, lo es. La gente entiende la inmigración desde una perspectiva de asimilación, y eso tiene que ver con la presunción de que nosotros somos todos iguales, tenemos la misma cultura, las mismas formas de hablar y de pensar, pero no a todo el mundo le gusta, por ejemplo, tomar potes”.

Arzua insiste en que los extranjeros que llegan a la CAV, al margen de su raza o nacionalidad, “son personas con sus propios sueños y ambiciones, eso es quizá lo que deberíamos pensar mejor”.

El estudio de Ikuspegi asegura que en Álava y Euskadi no hay posturas extremas con respecto a la inmigración sino una serie de reticencias, que según la portavoz de SOS Racismo son igualmente censurables. “Queremos poner unos límites, como en el tema de la vivienda”, explica Arzua. Efectivamente, el acceso a la vivienda suele despertar el recelo de los oriundos, en parte porque “los políticos y los medios de comunicación crean una imagen de los inmigrantes que generan rechazo en la población, aunque eso es algo que al final depende de cada cual”, afirma.

El ejemplo de los gitanos es una prueba, para SOS, de que los prejuicios están ahí desde hace siglos. “Este pueblo sufre discriminación día a día al acceder a la vivienda, al ocio, a muchas cosas…”, concluye.