Asesinado «por hacer la gracia»

El Mundo, QUICO ALSEDO, 07-06-2009

Piden 12 años para el presunto homicida de un vigilante rumano que custodiaba una pista de hielo de Alcalá. Un Policía Municipal vio lo que ocurría, pero no intervino Ellos eran 10. Él, sólo uno. Ellos querían entrar en la pista de hielo «por hacer la gracia». A él, vigilante jurado, le pagaban por impedirlo. Y eso hizo, cuando la madrugada del 1 de enero de 2007 aquellos chavales invadieron el recinto, en la plaza de Cervantes de Alcalá.


La sangre del vigilante, el rumano Ioan Grancea, acabó derramándose sobre el blanquísimo hielo, y también sobre las manos de su viuda, presente durante la refriega. La pasada semana se celebró el juicio en la Audiencia Provincial. El presunto asesino dice haber actuado en defensa propia y no recordar nada de la puñalada mortal porque «había bebido mucho».


Dos puñaladas, una en la espalda y otra en el tórax, dejaron a Grancea al borde de una muerte de la que no le pudieron sacar las asistencias, que llegaron cuando aún salía de su cuerpo un mínimo hilo de vida que se extinguió rápidamente.


Todo lo contempló desde su garita un policía municipal que en esos momentos protegía el Ayuntamiento y que, según varios testigos, no movió un dedo no sólo mientras los jóvenes agredían al ciudadano rumano, sino incluso cuando éste yacía ya casi sin vida sobre la pista y las asistencias aún no había llegado. Así, Antonio T. C. se sentó la semana pasada en el banquillo por unos presuntos delitos de denegación de auxilio y omisión del deber de socorro


El policía, por cierto, declaró que no intervino porque «estaba solo» y su función «no era vigilar la plaza». La pista estaba colocada frente al Ayuntamiento, desde donde el policía pudo ver en primera fila, y sin mancharse, la secuencia que llevó a Ion Grancea al otro barrio.


El acusado de la puñalada mortal declaró en la Audiencia que pasaba por delante de la pista cuando observó una pelea entre el vigilante y «unos conocidos» suyos, por lo que entró «a ver qué estaba pasando». También señaló que Grancea cogía en ese momento un palo de hockey y «perseguía» a uno de los muchachos por el hielo.


Después, el vigilante se habría acercado y habría golpeado en la cara al presunto homicida, siempre según éste. Tras esto, Francisco Javier A.C. admitía haber sacado una navaja y apuñalado al vigilante rumano – sin papeles y sin permiso de trabajo – en la espalda. De la herida definitiva no se acordaba, a causa del alcohol. Después, se fue del lugar, dejando el cuerpo camino de la muerte y, según algunos testimonios, profiriendo gritos contra los inmigrantes rumanos.


El fiscal pide para él 12 años de cárcel precisamente por esa segunda puñalada que Francisco Javier A.C. dice no recordar después de «10 ó 15 copas». También declararon dos de los chavales que iniciaron la pelea, que dijeron sin empacho que entraron en la pista «por hacer la gracia», y que cuando el vigilante les echó golpeándoles, volvieron «para ir a por él», informó Efe.


La viuda del muerto, que ahora mismo está ya de vuelta en Rumanía después de declarar en el juicio, y que terminó con las manos ensangrentadas en la noche fatídica, tuvo la desgracia de presenciar los hechos: «Intentaron entrar en la pista y, como no les dejó, volvieron para matarle».


Al policía que se quedó «de brazos cruzados» mientras el rumano era asesinado le podría caer, como mucho, una multa de 36.000 euros, por no acudir a auxiliar al moribundo pese a que incluso una empleada de la limpieza del edificio anexo se acercó para pedirle su colaboración, a lo que él se negó.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)