Los ángeles del cole
El chico marroquí que aprendió a ser torero; el británico que ganó un amigo; la lituana que encontró un nuevo centro y el rumano que empezó a sacar buenas notas. Este es el trabajo de los mediadores extranjeros de Educación. Una mano amiga
Diario Sur,
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06-06-2009
«Señorita, máteme, pero no me grite». Con esta voz suave, dulce y con acento sudamericano se expresaba un niño boliviano cuando su maestra alzaba la voz para regañarle por alguna travesura. «Nuestro tono de voz le superaba, son tan delicados», según cuenta a carcajadas el responsable del Programa de Interculturalidad de la Delegación de Educación, Joaquín Perea, que ayer reunió a su equipo con motivo de las II Jornadas Andaluzas de Mediación Intercultural Escolar.
La anécdota de este chico boliviano sirve para explicar las diferencias culturales que nos separan de otras civilizaciones, incluso hasta con las que compartimos lengua. Los rumanos, por ejemplo, se asustan del inmenso ruido que arman los niños españoles en el comedor, tanto que hasta algunos lloran. «Para intentar que se acostumbren a nosotros y nosotros a ellos, la Delegación de Educación puso en marcha hace dos años el Programa de Interculturalidad, en el que trabajan mediadores, que provienen de los países de los que son los chicos extranjeros que están escolarizados, que en Málaga son casi 30.000», indica Perea. Así, un mismo lenguaje y una persona de su nacionalidad les hace ver que los problemas tienen solución.
La historia de Rachida, Kateryna, Cristina y Concepción Myfanwy es la historia de los niños a los que han ayudado en los dos últimos años, la de los inmigrantes marroquíes, rusos, polacos, búlgaros, ucranianos, rumanos y británicos a los que han tendido una mano. Todas pertenecen a la Liga Malagueña, aunque también colaboran otras cinco organizaciones.
Tenía 13 años. Sus padres estaban separados y no paraba de alborotar en la clase. Era marroquí y sus notas eran malísimas. Decía que sólo estudiaría cuando le comprasen un traje de torero, le enseñasen a torear y sus padres volvieran a estar juntos. Rachida Benjli le consiguió el traje y la escuela torera, y hasta ayudó a que sus padres se uniesen otra vez. «Ninguno de los dos quería dar el primer paso, pero sí querían volver, así que yo sólo les di un empujoncito», dice Rachida entre las risillas cómplices de sus compañeras. «Somos los ángeles de Charlie», dice guasona la británica Concepción, mirando con complicidad a Joaquín.
Kateryna Kosyuk es la mediadora ucraniana. Ella descubrió que una chica lituana de nueve años no iba al colegio en Fuengirola. Sólo había aprobado una asignatura. Sus reiteradas faltas se debían a un cambio de residencia de su familia a Málaga, que no sabía que su hija podía también cambiar de colegio a la ciudad. Kateryna propició el cambio y ahora la niña se ha integrado y saca buenas notas.
Superar el idioma
La mediadora rumana Cristina Tanese ayudó a un chico de su nacionalidad que estudiaba en La Palma – Palmilla, y que no podía hacerlo porque no entendía el idioma, y por timidez no lo decía. Le pusieron un profesor de español y ahora participa en clase y ha empezado a aprobar. Y la británica Concepción, de madre española, ha obrado una cadena de alegría en la Axarquía, donde organiza eventos para que los británicos conozcan a los españoles. Y uno de sus pequeños milagros: que un niño inglés ganara un amigo español, y que sus familias se hiciesen inseparables.
Ellas cuatro, junto a otros ocho mediadores, son los ángeles del cole. Ser niño, llegar a un país nuevo y no tener ayuda debe ser un calvario. Para que esto no ocurra, ellas actúan. Trabajan desde fuera para que los chicos extranjeros sientan que están dentro. Que son uno más en su centro escolar.
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