Ocio

La mirada de la inmigración

El Mundo, AIRE PARDO, 03-06-2009

Exposición. Los fotógrafos Ouka Leele, Baylón, Campano y García – Alix retratan los ‘Nuevos rostros de Madrid’ Vivir en un país alejado de mis raíces es ser un guerrero, es crecer y aprender sin perjudicar a los demás, es ponerse un objetivo y conseguirlo», escribe el brasileño Ronald Muzzangue bajo su retrato, de mirada sosegada pero desafiante.


La perseverancia del inmigrante, sus ganas incansables de prosperar en un país extraño y su contagiosa alegría se plasman en el proyecto Nuevos rostros de Madrid. Los fotógrafos Ouka Leele, García – Alix, Baylón y Campano retratan a algunos de los individuos que representan el mosaico madrileño de los últimos años. Sin embargo, la ambición de este trabajo parece trascender el arte mismo. O tal vez no sea más que su reafirmación, pues, Javier Fernández – Lasquetty, consejero de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid, advierte: «No es un libro de fotografía, ni siquiera es un libro de retratos. Es un libro de historias de vida y, sobre todo, es un libro de sueños y esperanzas».


Los mismos sueños y esperanzas que empujaron a Jane Horton Getman, una norteamericana de 93 años, a no dar por perdido a su hermano. Un soldado que huyó de los japoneses en velero desde Singapur hasta Australia y que el gobierno de EEUU declaró desaparecido en combate durante la Segunda Guerra Mundial. «Me destinaron a España por error; yo ni siquiera hablaba castellano», afirma la estadounidense más longeva de Madrid.


Jane pasó de ser administrativa en American Airlines en Nueva York a dedicarse al contraespionaje en Madrid para la OSS, antecesora de la CIA. «Hacíamos un trabajo de guerra. Teníamos que localizar militares alemanes y comunicarlo a Washington». Más tarde conoció a un arquitecto español y desde entonces ha residido en España.


Su mirada es sagaz y luminosa, y reconoce a primera vista el mérito de quién la fotografió. «Bárbara [Ouka Leele] ha dado con la clave del retrato, ha sabido mostrar a la gente tal y como es».


Lo primero que hace la artista al llegar al centro cultural Pablo Picasso de Colmenar Viejo es equilibrar meticulosamente una de sus fotografías. Es la primera vez que las ve expuestas y además de corregir su perpendicularidad, advierte la ausencia de alguna de ellas. Como la del pequeño José Antonio Sorgatto Cardona, 90 años más joven que Jane, y estandarte de una nueva generación de madrileños: «La que lleva en la sangre y en el alma una mezcla mágica, producto de distintas razas, culturas y procedencias», proclama la nota al pie de la fotografía. Pues Antonio desciende de un padre brasileño y una madre colombiana.


Ouka Leele recibió el encargo de la asociación FusiónArte, quien a su vez consiguó implicar a la Comunidad de Madrid. El objetivo: retratar el nuevo tejido social madrileño. Aunque pronto se percató de que necesitaría ayuda. De ahí que colaboraran otros fotógrafos. «Además», explica, «ello aportaría diversidad al proyecto, que era precisamente lo que queríamos retratar».


La fotografía luminosa y colorista de la artista encaja perfectamente con el entorno elegido para hacer los retratos: la Casa de América. Un escenario rococó de múltiples posibilidades: salas de techos elevados con paredes tapizadas, divanes de Burdeos o Viena, escaleras con balaustrada de mármol, cómodas decimonónicas o suelos rematados con figuras geométricas de cerámica.


El método de trabajo de Ouka Leele se basa en la paciencia y en el ciudado del detalle. Pero sobre todo, en la empatía que establece con sus retratados. «Les pedí que vinieran arreglados como si fueran a hacerse la foto de su vida», dice la fotógrafa.


Por otro lado, el secreto para obtener una buena imagen va más allá de cualquier preparativo, «es algo más bien intuitivo», revela Ouka Leele. La artista aprovecha cada circunstancia imprevista que le sea favorable, especialmente si se trata de la luz. Así se produjeron dos de sus retratos más llamativos, el de una hermosa mozambiqueña de turbante y labios rojos que acaban destiñendo la pared, y el de una hispanoafricana iluminada de repente por el sol.


El currículo de los modelos muestra un carácter luchador y optimista capaz de derribar los obstáculos más despiadados con tal de conseguir sus sueños, dejando en evidencia el escepticismo, la incredulidad y el acomodamiento de muchos de los que pelean en su propio país. Sin embargo, todo tiene un precio: «Los inmigrantes terminamos pareciéndonos», revela la colombiana Raquel Oliveiros, «en el sentido de que ya no sabemos muy bien de dónde carajo somos».

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