Argentina se convierte en destino de oleadas de inmigrantes
El Periodico, 02-06-2009Sobre el final de la película animada Yellow Submarine, después de que los Beatles derrotan la invasión de los Blue Meanies y le devuelven la paz a Pepperland, dos de los villanos deciden escapar. «¿A dónde?», pregunta uno. Y, el otro, sugiere: «¿Argentina?». A esa misma conclusión están llegando un puñado de miles de norteamericanos que huyen de las crisis post Bush, así como nuevos e inéditos contingentes de inmigrantes de América Latina que aún piensan en Buenos Aires como un lugar de progreso o aventuras. «Ustedes están locos», escuchan que les dicen a veces.
Durante mucho tiempo, Argentina, dada su condición austral, inflamó la imaginación de aquellos que querían borrar su rastro. Una leyenda de principios de siglo ubicaba a Jack El Destripador en este país. Lo que sí fue cierto y se quiso hacer pasar por leyenda es que numerosos criminales de guerra nazis entraron a este país tras 1945.
No son esas las razones por las que Argentina, cuya identidad está estrechamente ligada a las masivas olas migratorias, en especial de españoles e italianos, viene recibiendo en los últimos años a miles de extranjeros. En los últimos ocho años se iniciaron casi un millón de trámites de residencia. En el 2000, la Dirección de Migraciones recibió 35.877 trámites. Siete años más tarde, la cifra se había quintuplicado. Y, este año, las solicitudes aumentaron un 121%. «Argentina sigue siendo una tierra de oportunidades», dice el director general de Migraciones, Martín Arias Duval. Solo el año pasado iniciaron sus gestiones para establecer su residencia 5.584 colombianos, lo que representa un aumento del 204% respecto del período 2000 – 2008. Ya hay unos 25.000. El 46% de ellos, universitarios o realizan sus posgrados. «Soy arquitecta, pero quiero estudiar joyería. Por eso me vine. No sabía que había tantos compatriotas», explica Aurora, que es de Cali y, por las mañanas, trabaja de camarera en un bar del barrio de Colegiales.
En Buenos Aires se concentra la mayor cantidad de ecuatorianos que estudian fuera de su país. Son por lo general de clase media alta. Vienen con dólares, la moneda oficial de Ecuador, eligen universidades privadas y alquilan apartamentos en los mejores barrios.
Colonia boliviana
El presidente Evo Morales se ha dado en Buenos Aires un gusto al que pocos pueden aspirar. Días atrás, tuvo su baño de masas en la Plaza de Mayo, escenario de los grandes melodramas políticos argentinos. Pero, en su caso, los que vitorearon su nombre eran parte del millón y medio de bolivianos que viven en la Argentina. Las comunidades de bolivianos, paraguayos (más de 500.000) y peruanos (150.000) son las más expuestas a los esporádicos tratos discriminatorios. «A veces piensan que tienen derecho a mirarnos mal porque no tenemos ojos celestes», se queja Mary, que atiende una verdulería.
En 1945, Charles Widor filmó Gilda, una historia noir ambientada en una inverosímil Buenos Aires. En esa ciudad imaginaria es que Rita Hayworth canta Put the Blame on Mame, realiza su breve y antológico estriptís y recibe un bofetón, también de antología, de parte de Glenn Ford.
El camino de Gilda
La película no se filmó en el país pero da cuenta de ese pensamiento común en la posguerra. Allí, donde termina el mapa, en Argentina, es posible comenzar otra vida, sin que nadie identifique tu rostro.
Según The Washington Post, Buenos Aires se está convirtiendo para los norteamericanos en lo que fue la Praga de los años 90: el lugar al que ir. La embajada de EEUU calcula que hay unos 23.000 gringos.
Sin embargo, Grant Dull, editor de whatsupbuenosaires.com, le dijo al diario La Nación que deben ser más de 60.000. La mayoría llega como turista. Cuando les vence el visado, saltan el Río de La Plata, se quedan unos días en Uruguay, y vuelven.
Muchos estadounidenses decidieron que los efectos del colapso económico global se aguantan mejor al sur del continente. Llegan con sus ahorros, indemnizaciones y siguen vinculados a sus trabajos a través de la red.
Enseñan inglés o aprenden español. Ya se ha formado una Sociedad de Jóvenes Expatriados de Buenos Aires y tiene 4.700 miembros. Han llegado atraídos por el aura de esta ciudad, su cultura, su vida nocturna y relativa seguridad.
Son parte de la nueva fiebre cosmopolita. Muchos argentinos escépticos se esfuerzan para argumentar, aunque sin demasiado éxito en el intento, que se equivocaron de sitio.
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