Joy Ngo: "Alimentarse es secundario para los inmigrantes"

El Periodico, ÀNGELS GALLARDO, 02-06-2009

- – ¿Algún inmigrante viaja a su país en busca de una comida añorada?
– – Sí. Yo misma. Voy a Atlanta (Georgia, EEUU) a comprar unas palomitas de maíz que solo están allí. ¡Añoro la dieta norteamericana! Las tonterías de allí. Soy una inmigrante doble: nací en Filipinas, pero emigré a los 4 años y tengo pasaporte norteamericano. Estudié en Boston (Massachussets) y trabajé allí, enseñando nutrición a puertorriqueños, laosianos, camboyanos, vietnamitas…

– – ¿Y cómo es que vino a Barcelona?
– – Lo típico. Vienes por una relación personal, y después decides seguir aquí. Llegué hace 15 años, cuando esto de la inmigración no existía. El ambiente de la nutrición estaba empezando en Barcelona, y yo siempre he tenido interés por la diversidad cultural, por la forma cómo se alimentan diferentes poblaciones.

– – ¿Quien emigra está bien nutrido?
– – Los inmigrantes que llegan a España están sanos, aunque tengan déficits nutricionales. A los nacidos en países como Ecuador, Perú o Colombia les falta hierro, yodo y vitamina A, pero cualquier suramericano está mejor que los africanos. Son personas muy jóvenes, con fuerza para emigrar. Su dieta es la tradicional de sus países y, en general, es bastante más sana que la occidental.

– – ¿Más sana?
– – Sí. Existen estudios ingleses que lo demuestran: las dietas tradicionales que siguen los inmigrantes del sureste asiático, China y la zona del Magreb se componen de verduras, frutas, arroz, legumbres, proteínas de origen vegetal y muy pocas grasas. Se acercan a las recomendaciones occidentales sobre lo que debería ser una dieta saludable.

– – ¿Y las mantienen al llegar aquí?
– – Los inmigrantes del norte de África son los que tienen menos problemas para adaptar su forma de comer a los alimentos de aquí, porque hay muchas cosas comunes: las berenjenas, los cítricos, el cordero, los yogures. Los suramericanos, en cambio, no conocen la alcachofa o los puerros y han crecido con frutas y pescados distintos. Eso les crea problemas.

– – ¿Porqué?
– – Están muy acostumbrados a tomar zumos naturales de frutas que no están en España, o que si las encuentran son carísimas: maracuyá, guayaba, guanaba o fruta de la pasión. Ellos los toman casi como sustituto del agua del grifo, y entonces aquí optan por los zumos envasados. Los azucarados, que son más baratos que los 100% naturales. Tienen más caries, engordan y sufren diabetes.

– – ¿Mantienen la dieta de su país?
– – Las costumbres alimenticias son el último hábito que se cambia, porque es parte fundamental de la identidad de las personas. Aunque incorporen comidas nuevas, mantienen los platos básicos de su familia y a la larga hacen una mezcla. Los suramericanos traen yuca y plátano macho, que ya están en todas partes. Los añaden a lo de aquí. Es una coexistencia. Así ocurrió en mi casa.

– – ¿Qué ocurrió?
– – Cuando llegamos a EEUU, yo tomaba desayuno americano en el colegio – – sándwiches de mantequilla de cacahuete – – pero, en casa, mi padre quería comida filipina tradicional, y mamá cocinaba mucho arroz y guisos de verduras con carne. Siempre cosas de cuchara. Yo no comí ensalada hasta que fui a la universidad.

– – Era la conexión con los orígenes.
– – Y con los símbolos. Porque los alimentos simbolizan el estatus social de quien los come. En China, por ejemplo, los cítricos se consideran alimentos de alto estatus. Antiguamente, solo los ricos comían naranjas y limones, por el precio. Cuando los chinos llegan aquí, se sienten en la gloria: las naranjas les encantan, y, además, creen que les dan nivel social. En el sureste asiático, África y Suramérica, si vas a un McDonald’s o a un Kentucky Fried Chicken significa que tienes dinero, porque la mayoría está en casa comiendo arroz.

– – ¿Y al llegar aquí?
– – Mantienen esa simbología. Por eso van tanto a las hamburgueserías.

– – ¿Cómo les evoluciona la salud?
– – Engordan. La población inmigrante empieza a tener aquí enfermedades que no sufriría si viviera en sus países. Esto se ha observado en los indopaquistanís que viven en Europa: comen mucho arroz, pan y legumbres, acumulan grasa en el abdomen y eso incide en una predisposición genética a la diabetes, que en su país no desarrollan, pero aquí sí. Lo hemos estudiado con los paquistanís de Santa Coloma de Gramenet.

– – ¿Ser inmigrante es un factor de riesgo nutricional?
– – Sí. Pero eso nunca es prioritario para ellos: el motivo fundamental de su viaje es ganar dinero, encontrar una nueva vida y hacerse ricos. Alimentarse bien es algo secundario.

– – ¿También para las embarazadas?
– – Sí. Las embarazadas paquistanís, por ejemplo, aumentan poco peso y sufren anemia. La mayoría, cuando nace el niño, recelan de que su leche sea buena y se la dan artificial. Sienten que les da estatus occidental.

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