La mayoría de los mercenarios de Triple Canopy, que sustituye a Blackwater en Iraq, son latinoamericanos
Peruanos en Bagdad
La Vanguardia, , 29-05-2009ISABEL RAMOS RIOJA – Bagdad Enviada especial
Macchu Pichu está muy presente en Bagdad. “Yo no he estado nunca”, reconoce uno de los numerosos guardas de seguridad peruanos de la compañía norteamericana Triple Canopy, que, con dicho nombre, ha tomado el relevo a la encausada Blackwater para, supuestamente, garantizar la seguridad en Iraq. Las ruinas de la ciudad inca están dibujadas con pintura negra sobre los bloques de hormigón de cuatro metros de altura del primer control que se atraviesa al abandonar la zona verde,el búnker en el que viven atrincherados los estadounidenses y el Gobierno iraquí, principalmente. Ni ha estado él ni el joven Alan, ni posiblemente ninguno de los peruanos que llevan hasta cuatro años en Bagdad. Junto con algún boliviano y algún chileno, forman el grueso de la tropa de Triple Canopy.
El español se convierte así en la lengua franca en los interminables controles entre el aeropuerto y la zona verde,a pesar de ir en coches utilizados para la “protección de personas importantes”, como reza en árabe el cartel pegado en el parabrisas delantero. Pero estos peruanos, procedentes de Ayacucho, del sur de Lima o de otros puntos del país, no hablan árabe. Ni inglés, para poder entenderse normalmente con sus jefes estadounidenses. “Sólo un diez por ciento lo habla, pero tenemos intérpretes”, comenta Alan en el hotel Al Rashid, poco antes de empezar su turno de vigilancia desde la azotea del establecimiento. Al Rashid fue, en sus buenos tiempos, un hotel de cinco estrellas y ahora no es más que un nido de polvo, con plantas enteras inutilizadas, llenas de colchones y butacas destartaladas por los pasillos. Durante dos días el hotel acogió la primera conferencia internacional, con más de sesenta representantes extranjeros y otros tantos iraquíes, sobre Medios de comunicación iraquíes: trabajando por la democracia, organizada por la Federación Internacional de Periodistas (FIP).
Los intentos de salir por libre por la tarde de la zona verde se tornaron vanos a pesar del visto bueno final del jefe norteamericano al cargo de la primera barrera. “Bajo su propia responsabilidad”, alegó el cowboy,al tiempo que tendía un bloc y un bolígrafo para que los periodistas anotaran su nombre. El permiso llegó demasiado tarde, porque no había que estar en casa a las diez, como exigían los padres a las chicas hace decenios, sino ¡a las seis de la tarde!
Quienes primero ponen cara de perro – más bien lo intentan, para que el extranjero desista en su intento por lo peligroso que dicen que es-son los peruanos de turno, que acaban llamando a su jefe. En la zona verde se han registrado varios asesinatos recientemente y cayó un proyectil lanzado desde el exterior.
La charla con uno de los peruanos se prolongó hasta llegar a las lágrimas al preguntar por su familia. Su mujer y sus hijos están en Perú y hace cuatro años que no ha podido verlos. “La vida es muy dura aquí”, comentaba momentos antes de que se retirara con los ojos anegados en lágrimas para no mostrar el más mínimo signo de debilidad ante su superior. Los peruanos tienen prohibido beber cerveza o cualquier tipo de alcohol. “Si empezamos a tomar nos peleamos”, comenta sonriente otro joven mientras su jefe nos ofrece una caja de latas de cerveza danesa. “¿Roja o verde?”, pregunta. Por un par de latas no se molesta en decir el precio que, luego averiguamos, es de 400 dólares la caja. El alcohol se paga caro en la zona verde.La vida no tiene precio.
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