"Ni Marruecos ni España avisaron de la muerte de mi madre"
El País, , 28-05-2009En el barrio de La Condesa, un arrabal de Castillejos, la localidad marroquí fronteriza con Ceuta, reina el luto. Mohamed Aouzlat, de 27 años y vestido con una chilaba blanca, color musulmán del duelo, sirve té a decenas de vecinos, familiares y amigos que han acudido a su casa a darle el pésame. Su madre Zohra Boudaghya, de 53 años, falleció el lunes por la mañana aplastada junto a su compañera Bossra El Meriouti, de 33, en la avalancha del polígono comercial del Tarajal, macrocentro de aprovisionamiento para el contrabando de mercancías entre España y Marruecos.
Mohamed mantiene cierta lucidez a pesar de que no ha dormido ni una hora desde que supo por compañeras de trabajo de su madre que ésta había muerto bajo una pila de 60 personas, casi todas mujeres, con sus respectivos fardos. Zohra bajaba una escalera de apenas dos metros de ancho y veinte escalones entre dos naves industriales cuando se desató la avalancha, en la que se registraron 24 heridos. “Sólo queremos que nos la traigan para poder enterrarla”, afirma en voz baja y mediante la traducción de Rachida, otra portadora amiga de la familia. Los Aouzlat no sabían ayer cuándo les entregarían el cadáver. “Ni las autoridades de Marruecos ni las de España se han puesto en contacto con nosotros en ningún momento estos días”, se queja Mohamed. “De hecho, a nosotros nadie nos ha comunicado oficialmente la muerte de mi madre”, añade. Oficial o no, la muerte de la madre es desgraciadamente real.
La repatriación de los cuerpos de Zohra y Bossra será sufragada por la asociación de comerciantes del polígono, ya que los parientes no tienen recursos, de apenas 10 kilómetros hasta Castillejo, o de unos 60 hasta Tetuán, de donde era natural Bossra. Cuando se le pregunta a Mohamed, también porteador, en qué situación económica queda la familia tras la muerte de su madre, que se incorporó al contrabando transfronterizo hace 23 años, al fallecer su marido, la respuesta es lacónica: “Ahora no pienso en el dinero, sólo quiero que traigan a mi madre”. La misma respuesta, aunque más nerviosa, da Fátima, la hija mayor de la fallecida, de 33 años y madre de los cuatro nietos de Zohra. En La Condesa, donde los bloques de pisos se intercalan con solares llenos de escombros y basuras, los vecinos recuerdan a Zohra como una persona a la que le encantaba cuidar a los niños y echar una mano en la cocina en las bodas del barrio.
Mientras tanto, el polígono del Tarajal de Ceuta vivía una jornada inusualmente tranquila. Tras el cierre de las naves del pasado martes, ayer apenas un millar de portadoras – habitualmente trabajan entre 10.000 y 15.000 – se arrastraban encorvadas bajo bultos de hasta 50 kilos por el puente de Biutz, un paso fronterizo donde la muerte también viaja de contrabando.
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