La deportación exprés dearmand
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 27-05-2009El entorno más cercano del camerunés Armand sigue sin saber muy bien qué ha ocurrido. “No nos acostumbramos a estar sin él. Haberlo tenido de compañero y ahora vete a saber cómo se encuentra”, aciertan a decir abatidos sus amigos de la UPV. Su madre, Dora, y sus hermanos también lloran la ausencia del joven. Jacques Armand Nog, de 19 años, debería estar hincando codos para presentarse a los exámenes de junio. Su historial académico es brillante. Todo el mundo dice lo mismo. Segundo curso de Ingeniería Técnica Industrial en Mecánica es un hueso duro de roer, que este camerunés se estaba merendando. “Estudiar para él es una necesidad. Siempre se esfuerza al máximo, y en los exámenes de febrero la verdad es que se salió”, asegura Mikel Lerma, de 21 años, compañero de facultad que admira el tesón que mostraba en los estudios con la misma intensidad que lamenta ahora su ausencia. “Todavía recuerdo el primer día que vino, estaba perdidísimo, pero qué pronto se ganó nuestra amistad”, corrobora sorprendido Iñigo Parra, otro camarada dolido.
Armand fue detenido el 28 de abril. Al día siguiente fue deportado. Sus amigos de la universidad ni siquiera se enteraron de lo sucedido hasta una semana después. Simplemente, advirtieron que aquel compañero que se había ganado el cariño del resto, al que le fotocopiaban los apuntes para que no gastara dinero de más, había desparecido. No había rastro de aquel estudiante admirable que cubría a diario un trayecto interminable en autobús desde Labastida (Álava) hasta Donostia y vuelta porque no se podía costear los 300 euros que costaba una habitación de alquiler en la capital guipuzcoana. Todos lo achacaron a alguna repentina enfermedad, pero poco después supieron el verdadero motivo.
comportamiento ejemplar
Situación irregular
El suceso ha provocado estos días una profunda conmoción en su entorno más cercano. El comportamiento ejemplar que mostraba este chaval no hacía sospechar a nadie que su situación administrativa fuera irregular, y que pesaran sobre él tres órdenes de expulsión. “Ha tenido una suerte malísima”, admite a este periódico el abogado del turno especial de Extranjería encargado del caso, convencido de que su representado es víctima de una interpretación demasiado severa de la Ley de Extranjería.
A Jacques Armand, que llegó a Vitoria con 15 años acogiéndose a la fórmula de la reagrupación familiar, la Policía le dijo un día que su pasaporte se había perdido. Le dieron una fotocopia y le obligaron a sellarla cada mes, un procedimiento que suele ser habitual para controlar a las personas que se encuentran en situación irregular, explican fuentes jurídicas consultadas.
Su abogado asegura que no puede responder por las órdenes de expulsión anteriores que pesaban sobre el joven, pero con respecto a la última, de la que es competente, confiesa que no se han respetado los plazos para presentar alegaciones. De hecho, seis días antes de que venciera el plazo, el joven fue a sellar su fotocopia y fue arrestado. “He hecho todo lo que la Ley de Extranjería permite hacer, pero aunque los abogados podamos recurrir, las órdenes son ejecutables”, advierte el letrado.
La desolación de Armand en aquel momento es difícilmente imaginable. Trató de explicarles a los agentes por activa y por pasiva que estaba becado en la UPV. Mostraba desesperadamente el resguardo de la matrícula universitaria, imploraba que no tenía ningún familiar en Camerún, que vivía con los suyos en Álava. Todo fue en vano. Policías que le atendieron, según corroboran distintas fuentes consultadas, le confesaron que ni siquiera ellos mismos estaban de acuerdo con el proceder que estaban llevando a cabo. Se limitaban a “acatar órdenes”.
plazo de alegaciones
Expulsado
El caso ha saltado estos días atrás a los medios de comunicación, que han ofrecido diferentes versiones de los hechos. Fuentes de la Universidad consultadas por este periódico indicaron que la institución “no tiene nada que decir” al respecto. La Subdelegación del Gobierno en Gipuzkoa reconoció que “el joven no tenía los papeles en regla” y que a pesar de que la expulsión “es el último paso” que contempla la ley, en este caso había concluido todo el plazo abierto.
Su abogado, que se ha sentido cuestionado, discrepa. Asegura que hasta ahora el plazo para presentar recursos y alegaciones solía prolongarse durante dos meses para que un juez pudiera pronunciarse sobre si la medida a aplicar es conforme a derecho o no. “Pero la aplicación de la ley se ha endurecido”.
La política de cupos que se está llevando a cabo en los últimos tiempos explicaría la deportación exprés que se llevó a cabo con este chaval. “Su madre, de hecho, prácticamente ni se enteró. Para cuando le avisaron que viniera a Donostia, su hijo ya estaba en Barajas rumbo Camerún”, asegura el abogado, convencido de que se ha seguido a pies juntillas una estrategia contrarreloj para desbaratar todo intento de frenar aquella decisión.
“Es lamentable, pero es así. Aquella mañana había en el aeropuerto un avión hacia ese país que había que llenar y por eso se precipitó todo de aquel modo”, confiesa otro letrado que rehusa revelar su identidad. “Lo curioso de todo el asunto es que para cuando llegó a Barajas apareció su pasaporte. No es por pensar mal, pero lo tenían muy controlado”, observa la costarricense Fiona Pemberton, de 23 años, compañera de estudios del joven, al tanto de todo lo sucedido.
viajar con lo puesto
Peligro de infección
El avión en el que Armand viajaba con lo puesto hizo escala en Casablanca (Marruecos) para aterrizar finalmente en Duala, la capital de Camerún, donde dejaron al estudiante a su suerte. Al día siguiente apareció inconsciente en un mercado de la ciudad. Estaba tan mal que lo tuvieron que llevar al hospital. La preocupación de sus amigos y sus familiares se disparó al saber que el chaval había ido a parar de un día para otro a aquel foco de enfermedades, con la persistente amenaza de la malaria o la fiebre amarilla.
Una enfermera del hospital se apiadó del chaval y lo llevó a su casa. Desde su modesta morada pudo trabar contacto con su madre después de aquellos días de locura. “Me ha acogido una señora, pero tiene siete hijos y no puede encargarse de mí”, le dijo a su angustiada madre por el hilo telefónico. Para una familia con tan pocos recursos, tener que comprarle agua embotellada a aquel chaval para que no cogiera ninguna enfermedad era una contrariedad más, teniendo en cuenta el desembolso económico que supone.
Dora, la madre de Armand, decidió ir a buscar ayuda en la UPV. Una profesora de la Escuela Universitaria Politécnica de Donostia logró ponerse en contacto con los Padres Salesianos en Camerún para que se hicieran con el chaval durante algún tiempo. “Ahora vive con ellos. Le dan de comer, ropa y le están acompañando a la Embajada en España para saber qué tiene que hace para regresar cuanto antes”, informan sus amigos. Su futuro más inmediato es, por lo pronto, una incógnita que se despejará en más o menos breve plazo.
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