Cáritas atiende cada mes a 180 familias en el barrio de San Andrés

La Verdad, P. N., 25-05-2009

Un total de 180 familias se agolpan cada mes a las puertas de la parroquia de San Andrés en busca de alimentos. De ellas, apenas 30 son españolas, mientras que el resto se reparten entre inmigrantes suramericanos (75%), de Europa del Este (20% más) y marroquíes, que conforman el 10% restante. Ante este panorama, los voluntarios de la organización humanitaria se ven totalmente desbordados, ya que disponen de los mismos recursos que hace un año para atender, sin embargo, a un mayor número de gente.

«Aquí no miramos el color de la piel, el lugar de procedencia ni la religión», señala Antonio, uno de los voluntarios de la diócesis que trabaja incansablemente para ayudar a los más necesitados. La organización católica reparte de esta forma unos 15 kilos de alimentos por familia y mes, obtenidos gracias, a la colaboración de los propios feligreses y a los víveres que suministra el Banco de Alimentos, un órgano estatal gestionado por la Comunidad Autónoma.

No obstante la ayuda prestada no se limita a la alimentación. «En primer lugar los acogemos y los escuchamos, que es lo que más necesitan muchas veces. Luego vemos cuales son sus necesidades e intentamos cubrirlas. De esta forma también los ayudamos con otros problemas como el idioma, su formación, la búsqueda de un trabajo o el vestido, para conseguir encauzarlos», reitera Antonio.

Sin embargo, este apoyo no está exento de controles, los cuales, para muchos voluntarios, son excesivamente burocráticos. «No obstante, sí tenemos que comprobar, al menos, que tienen necesidades reales y que no nos están engañando, ya que no es la primera vez que, por ejemplo, alguien se dedica a vender la ropa que entregamos», apunta Mari Carmen, responsable del ropero de la organización.

No obstante, siempre hay cosas mejorables. Para Adelaido, uno de los voluntarios, no es de recibo, que muchas parroquias, casi la mitad de las de Murcia, no disponga de Cáritas por la comodidad de sus sacerdotes y feligreses. «Al final, nosotros, que ya estamos desbordados, tenemos que atender como podemo, a personas de otros barrios, a las que además, en principio, y según las directrices de Cáritas Diocesana, no deberíamos ayudar», comenta.

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