«Ahora nunca vuelvo sola a casa»
Diario Vasco, , 23-05-2009
DV. Una sensación de inseguridad recorre San Sebastián. Aunque la donostiarra siga siendo una de las capitales de provincia con menor índice de delincuencia, lo cierto es que la sucesión de varios acontecimientos delictivos antes extraordinarios y, ahora por desgracia, cada vez más habituales, han disparado la alarma entre los ciudadanos.
Sólo en este mes hemos podido saber del acuchillamiento de un hostelero en El Antiguo cuando volvía a casa con la recaudación de la jornada o del de un surfista en La Zurriola por tratar de impedir que le robasen sus pertenencias, de la detención de una persona que había atracado 16 comercios en El Antiguo e Ibaeta encapuchado y a punta de pistola, del desvalijamiento de la tienda de una conocida diseñadora de bañadores en el Centro a plena luz del día y de la denuncia de una violación sufrida por una menor en la Parte Vieja, entre otros delitos. Además, bares, restaurantes, panaderías, farmacias, empresas… han engordado la lista de establecimientos que han sido víctima de los ladrones recientemente.
Para denunciar este aumento de la inseguridad tres centenares de personas se manifestaron el pasado domingo en la Parte Vieja, donde exigieron que se ponga fin a esta situación y que se aumente la vigilancia policial. DV quiso testar la opinión de vecinos, comerciantes y hosteleros de este barrio, uno de los más afectados de la ciudad, para conocer sus impresiones respecto a esta situación.
«Vivimos amenazados», afirma Nekane, una comerciante de la calle Iñigo, junto a la plaza de la Constitución. «No es una situación nueva, es algo que viene de diez años atrás, por lo menos, y que ahora ha repuntado. Siempre ha habido magrebíes que trapicheaban por el barrio, pero cuando venía la policía salían corriendo. Los menores tutelados de ahora son mucho más peligrosos, porque además de sacar la navaja a la mínima, saben que son intocables y les da igual que les detengan. Son impunes y se conocen sus derechos mejor que nadie. Si les cogen, a las horas están de nuevo en la calle», relata con impotencia.
Durante el día la situación parece controlada. Repartidores descargando el género, turistas pululando por las calles, vecinos que hacen sus compras y alguna que otra patrulla de la Guardia Municipal crean un clima de cierta seguridad. La situación se complica cuando anochece y los comercios echan el cierre. Nekane así lo siente. «Vivo en la calle Euskalerria y antes, cuando me sonaba la alarma de madrugada, me vestía y venía a desactivarla. Ahora no me atrevo y me acompaña mi marido. No sabes qué puedes encontrarte por ahí».
Esa situación de desamparo la viven también los hosteleros, sobre todo aquellos que cierran más tarde. Mayer y Óscar, que trabajan en A fuego negro, en la 31 de agosto, lo atestiguan. «Cerramos a la una y ahora nunca vuelvo sola a casa. Vivo en Gros y o viene conmigo algún compañero, me cojo un taxi o le llamo a mi marido. ¡Pero tiene narices que para ir de lo Viejo a Gros tenga que coger un taxi!», apunta.
Óscar, que vive en Egia, cree que la situación es más grave de lo que parece. «Yo no he vivido esto nunca. Hace unas semanas estuvo aquí cenando una mujer de unos 50 años que venía de Indianápolis. Tomó varios pintxos y se marchó a su hotel, junto a la Estación del Norte. En la plaza Gipuzkoa le robaron el bolso con las tarjetas, el móvil, la documentación… Como se resistió, fue agredida. Vino al día siguiente al bar y, como habíamos hecho cierta amistad, le acompañamos a poner una denuncia. Ese día fuimos con ella hasta el hotel porque no se atrevía a ir sola. Es algo increíble aquí».
Hasta el párroco de Santa María y San Vicente, el bergarés Félix Garitano, ha notado el cambio. «Llevo muchos años en la Parte Vieja y no había conocido esto. Siempre me había gustado después de cenar salir a tomar el aire por el Paseo Nuevo antes de ir a dormir, pero ya no me atrevo. Entre 1995 y 2005 pasamos diez años muy buenos en materia de seguridad, pero ahora estamos mal».
Delitos no denunciados
Ane trabaja en la tienda de efectos navales Enbata, en la calle Mayor. Cree que la Ley les da la espalda y asegura que los delitos son muy superiores a los que se denuncian. «Los responsables políticos siempre hablan que las denuncias no han experimentado una gran subida. Pero no reflejan la realidad. Aquí entran a fisgar y si se llevan algo, ¿qué hacemos? Si son cosas de poco valor, ni merece la pena denunciarlo. El producto no lo vas a recuperar y encima vas a perder un montón de tiempo de tu trabajo entre ir a la comisaría, ir al juzgado… Y además, si no te presenta al juicio y has realizado la denuncia, recibes una multa. Nosotros tenemos un montón de obligaciones y estos menores, ninguna».
Una clienta que asiste a la conversación profundiza en esta cuestión: «Yo tengo un hijo y si comete un delito, yo soy el responsable legal de pagar la multa hasta que tenga 18 años. Pero de los delitos de todos estos, ¿quién se responsabiliza? Nadie. Ni la propia Diputación. Esto es un cachondeo». El enfado ciudadano es considerable.
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