editorial

Médicos extranjeros en la sanidad catalana

El Periodico, , 18-05-2009

Ya llevamos tiempo con un déficit crónico de médicos en el sistema sanitario catalán, un problema que debe achacarse a diversos factores. Entre ellos, la llegada a la edad de jubilación de una franja importante de facultativos, conjugada con los intentos por parte de la Administración de prescindir de los servicios de los que cumplen 65 años, aun cuando puedan aportar su importante experiencia, con la posición contraria de sindicatos y del Col.legi de Metges. También hay que buscar los orígenes de la cuestión en una equivocada estrategia de planificación universitaria, que no preveyó las necesidades futuras de la población o el aumento de esta y que, además, se ve agravada por el hecho de que los nuevos doctores no se quedan ejerciendo en el lugar donde han obtenido el título. Aun cuando se han puesto en marcha los mecanismos generadores de nuevos profesionales, con más plazas y nuevas facultades de Medicina en Catalunya, la proyección de futuro es a medio plazo, con lo que la situación sigue siendo complicada en el presente.
Así las cosas, la presencia de médicos extranjeros en la sanidad catalana se ha elevado hasta extremos que van mucho más allá de la anécdota. Su llegada a Catalunya nos invita a la reflexión. Por un lado, su actividad es imprescindible para mantener con una cierta normalidad el sistema. Por otro, es fácil advertir que la mayoría de ellos se hallan en una delicada situación burocrática. Que los dos requisitos que, en buena lógica, se requieren para la homologación del título y la acreditación de la especialidad se tengan que expedir en ministerios distintos y que el plazo de tiempo sea tan alejado de lo que demanda la realidad tiene que hacernos pensar en la inadecuación de los registros administrativos ante un caso tan flagrante.
Para la pervivencia de la calidad del sistema sanitario, para la seguridad laboral de estos profesionales y para la propia seguridad del paciente que es asistido por ellos, urge una modificación de la normativa y una mayor celeridad para que puedan subsanarse tales anomalías. También tendríamos que plantearnos asuntos más delicados desde un punto de vista ético. Si los médicos foráneos que nos atienden vienen aquí para mejorar su nivel de vida o para tener más expectativas sociales y laborales, ¿quién se queda en sus países? Es un dilema ético para nuestro primer mundo, nada menospreciable, que tarde o temprano tendremos que asumir.

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